Sarah Palín, durant eun mitin de Donald Trump en Oklahoma
Sarah Palín, durant eun mitin de Donald Trump en Oklahoma - REUTERS

Vuelve Sarah Palin, la joven del Tea Party que asombró a EE.UU.

Irrumpe en la campaña de Trump la exgobernadora de Alaska, autora de los más sorprendentes episodios personales, políticos y familiares

CORRESPONSAL EN WASHINGTON Actualizado: Guardar
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Sarah Palin ha vuelto. La exgobernadora de Alaska, abanderada del ultraconservador Tea Party, que irrumpió en política con un éxito casi juvenil, primero como alcaldesa, después como regidora del estado y, finalmente, se convirtió en la primera mujer candidata a la Vicepresidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano, regresa a la escena, como tanto le gusta. Y lo hace para respaldar a Donald Trump como aspirante republicano, a apenas diez días de que los caucus de Iowa lancen las elecciones primarias. No es sorprendente que respalde a un outsider (ajeno) del partido. Desde su visión ultraconservadora, su gestión se caracterizó siempre por su distanciamiento del establishment, cuando no por su enfrentamiento con muchos de quienes lo representaban.

El regreso de Palin devuelve la vista atrás a los años en que la controvertida y osada política se convirtió en estrella nacional.

Y no precisamente por sus sabias propuestas, sino por su ignorancia en materias básicas, lo que le granjeó burlas políticas, parodias televisivas como las de la célebre y genial Tina Fey en el conocido programa estrella de televisión Saturday Night Live, y hasta una película, «Game Change» (2012, HBO). El filme recrea cómo el candidato republicano a la Presidencia en 2008, John McCain, la eligió en su ticket electoral, pero también cómo se arrepintió a las primeras de cambio. Es verdad que hasta ese momento, su frescura y naturalidad le habían llevado a conectar con los sectores conservadores. En Alaska, además de sus victorias electorales, las encuestas entonces situaban a su gobernadora con una valoración cercana al 80%. Lo cual, sin duda, influyó en su designación. Además, se trataba de un buen complemento ideológico al perfil moderado de McCain.

El salto a la política nacional

El salto a la política nacional de Sarah Louise Heath Palin (Sandpoint, Idaho, 1964) durante aquella campaña, tras haber sido ocho años alcaldesa de Wasilla, un pueblo de Alaska, y dos regidora del estado, no pudo ser más desafotunado. Y el experimento, que terminó en derrota electoral a manos de Barack Obama, está bien resumido en la última escena de la película de Jay Roach. El periodista de la CNN Anderson Cooper dialoga con Steve Schmidt, el principal asesor de campaña de McCain y responsable de la elección de Sarah Palin como ticket presidencial. Es la misma entrevista con la que empieza el filme. Cuando Cooper pregunta a Schmidt si volvería a elegir a Palin, la respuesta no puede ser más concluyente: «No tenemos otra oportunidad en la vida».

Fiel retrato de la vida real, aunque los dos protagonistas renegaran de una parte del contenido, la película narra el desesperado intento del equipo de campaña de McCain de adoctrinar a la gobernadora, felizmente interpretada por Julianne Moore, y más cuando los estrategas descubren las enormes carencias básicas en la cultura general de Palin. Lagunas de las que fue testigo todo el país, como cuando se refirió a Corea del Norte, enemigo acérrimo de Estados Unidos y régimen totalitario donde los haya, como «nuestro aliado». Sin duda, se refería a Corea del Sur. No por ello la candidata llegó a ponerse excesivamente nerviosa. Su preocupación estribaba más en su imagen personal y en su valoración por los habitantes de la Alaska, que entonces gobernaba. Ni siquiera ya por su valoración a nivel nacional, y menos por la del candidato a presidente. McCain. Para contrarrestarlo, Palin y su equipo difundieron por Facebook un vídeo en el que el presidente Obama aludía a los 57 estados de la Unión, en lugar de a los 50 que son. «Todo el mundo comete deslices», afirmó Palin, quien lamentó que se utilizara el suyo políticamente.

El problema para ella es que la relación de errores en geografía y política internacional no había hecho más que empezar. Cuando, preguntada por la construcción de escuelas para niños en Afganistán, respondió que le parecía «fenomenal ayudar a nuestro país vecino», volvió a acaparar la atención mediática. Pero también cuando no fue capaz de citar un solo periódico o revista que leía, limitándose a decir: «Todos ellos, siempre los he tenido ahí delante». O cuando intentó explicar su «experiencia» en política exterior al referirse a la cercanía de Rusia con respecto a su estado, Alaska: «Está ahí, justo en la frontera».

Acusada de buso de poder

Hasta el escándalo político le persiguió en aquella aciaga campaña. En octubre de 2008, fue acusada de abuso de poder como gobernadora por los legisladores de Alaska, al comprobarse que había intentado despedir a su excuñado, agente de policía, por divorciarse de su hermana.

Pero hubo más. Después de comparecer ante la opinión pública como la modélica madre de una modélica familia numerosa, el embarazo de su hija de 17 años obligó al equipo de campaña a decidir hacerlo público, antes de que estallara en titulares en los medios de comunicación. Palin explicó que su hija «había decidido tener el hijo y casarse con el padre».

Aunque estaba todavía en la memoria su acusación y además había anunciado que no se presentaría a la reelección, su dimisión anticipada en 2009 cogió por sorpresa a todos. Palin alegó que no quería ser un «pato cojo», como familiarmente se denomina a los presidentes en su último año de sus dos mandatos, cuando ya no son reelegibles. Lo cual no hizo sino disparar los rumores de que la entonces conocida y valorada (pese a todo) política conservadora planeaba dar otro salto nacional y entrar en la carrera republicana para la nominación a la Presidencia de los Estados Unidos, mirando a la elección presidencial de 2012. Pero no fue así. Su vuelta a la política se limitó a hacer campaña en favor del hispano Ted Cruz, que aspiraba a un puesto en el Senado por Texas. Esta vez la operación culminó con éxito, como ha reconocido el propio Cruz estos días, incluso tras anunciar Palin su apoyo a Donald Trump como candidato republicano.

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