Imagen de archivo de sudaneses del sur que hacen cola para votar en el referéndum de autodeterminación
Imagen de archivo de sudaneses del sur que hacen cola para votar en el referéndum de autodeterminación - EFE

Violaciones en grupo y torturas: miles son víctimas de violencia sexual generalizada en Sudán del Sur

Amnistía Internacional denuncia la violencia sexual «a gran escala» en el conflicto sursudanés, que continúa en aumento y se utiliza como arma de guerra entre etnias

El Cairo Actualizado: Guardar
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Nyaguene volvía al Centro de Protección de Civiles de las Naciones Unidas en Yuba, donde vivía desplazada, junto a otras 50 mujeres. Tras miles de relatos de mujeres violadas en check points, caminos y mercados por soldados o milicianos, pocas caminan solas. Dio igual: en un control militar de la Yei Road, se cruzaron con varios soldados del Gobierno de Salva Kiir. «El capitán ordenó a los soldados escoger a cualquier mujer que quisieran entre nosotras. Diez solados me eligieron… me llevaron a una habitación pequeña donde decidieron violarme. Me arrancaron la ropa y los 10 me violaron, dos veces cada uno. Anal y vaginalmente».

Dinka o Nuer, la violencia sexual contra mujeres –y hombres- en Sudán del Sur se ha convertido en un arma de guerra, represión y venganza utilizada «a gran escala» en el conflicto, dejando desde 2013 miles de víctimas con secuelas físicas y psicológicas y escasa esperanza de justicia, denuncia Amnistía Internacional en un último informe publicado este lunes.

Se desconoce cuántas mujeres, hombres y niños han sufrido violencia sexual: el Fondo para las Poblaciones de las Naciones Unidas (UNFPA) denunció en 2015 que el 72% de las mujeres en los Centros de Protección de Civiles (PoC) de la ONU habían sido violadas por policías o soldados, mientras que la oficina de la ONU para los niños (UNICEF) recopiló casos de asaltos sexuales a 1.130 niños desde diciembre de 2013 y diciembre de 2016. Y la tendencia sigue en aumento; según la Agrupación para la Protección de Sudán del Sur, los testimonios de violaciones aumentaron un 61% entre 2015 y 2016, y según el informe de abril 2017 del Secretariado general de la ONU para la violencia sexual en conflicto, en 2016 «se incrementó un 32% el número de casos de violencia de género perpetrada por hombres de uniforme».

«Son actos premeditados de violencia sexual en gran escala. Se ha sometido a mujeres a violaciones en grupo, agresiones sexuales con palos y mutilaciones con cuchillos», afirma la directora regional de Amnistía Internacional para África Oriental, el Cuerno de África y los Grandes Lagos, Muthoni Wanyeki.

La organización ha entrevistado a más de 168 víctimas de violencia sexual en varias provincias del país y recogido testimonios de las torturas, secuestros y asesinatos que acompañan a las violaciones: según cuentan dos jóvenes de 18 y 29 años, fueron detenidas junto a otras mujeres cuando regresaban del mercado de Yuba el 17 de julio de 2016 y violadas en grupo por siete soldados de etnia dinka. Fueron atadas y violadas por turno, y cuando una de ellas se resistió, los soldados mutilaron su vagina con un cuchillo. Cuatro días después, la mujer murió víctima de sus heridas. Otros testimonios hablan de violaciones con palos y azotes con cables eléctricos y, en el caso de los hombres, fueron castrados o les clavaron agujas en los testículos. «Los relatos de los supervivientes indican que actos tan extremos de violencia sexual son parte de una estrategia para aterrorizar, degradar y humillar tanto a las víctimas como su grupo étnico o político», señala el informe «No te lo calles: supervivientes de violencia sexual en Sudán del Sur piden justicia y reparación».

En medio de la violencia del conflicto entre los partidarios del presidente Salva Kiir, de etnia dinka, y los de la oposición del exvicepresidente Riek Machar, de etnia nuer, la impunidad de los crímenes sexuales cometidos por los soldados alimenta el ciclo de violencia. Tanto el Gobierno como las fuerzas del Movimiento de Liberación Popular de Sudán de la oposición han atacado a mujeres de la etnia contraria: «[Los soldados del gobierno] me decían que le echara la culpa a Dios por haberme hecho nuer”, cuenta Nyachah, de 36 años, violada por siete soldados del gobierno en la capital, Yuba. Sus agresores llevaban uniforme de la Guardia Presidencial y hablaban dinka. En Bor (centro), la mujer de James, Acham, fue violada hasta la muerte ante él por nueve hombres nuer uniformados, que le decían «¿no sabes que los dinka y los nuer están luchando y que muchos nuer han sido asesinados por dinka en Yuba?».

Secuelas traumáticas

Pero la violación y tortura fue solo la primera ordalía. Las secuelas físicas y psicológicas del asalto van desde ser contagiadas del VIH y no poder recibir tratamiento hasta heridas internas, fístulas o incontinencia, pasando por pesadillas y pensamientos suicidas propios del estrés postraumático. A Nyabake, de 24, la violaron en grupo unos soldados del gobierno en un puesto de control en Yuba en julio de 2016. No consigue dormir más de tres horas seguidas.

A veces, las supervivientes sufren el estigma social, son culpadas por la violación y abandonadas por sus maridos.

Además, las víctimas saben que no pueden denunciar a los perpetradores, la mayoría de las veces soldados que controlan las distintas áreas del país, por lo que tienen poca esperanza en una justicia que acabe con el círculo de violencia e impunidad. «Los soldados violan mujeres nuer porque saben que no estamos protegidas por el Gobierno. Violar o matar a un nuer, si eres un dinka, no es un crimen en Sudán del Sur», critica Nyawicyian. Nyalaw, de 29 años, fue violada en mayo de 2015: «Algo debería pasarles a los que hicieron esto. Algún día se enfrentarán a la justicia… si va a haber algún tipo de paz en Sudán del Sur tiene que haber justicia… para que rindan cuenta de lo que hicieron y evitar asesinatos en venganza».

«El gobierno de Sudán del Sur debe tomar medidas deliberadas para detener esta epidemia de violencia sexual, empezando por transmitir un mensaje inequívoco de tolerancia cero, ordenando inmediatamente una investigación efectiva e independiente sobre los ataques que se han cometido y garantizando que se obliga a los responsables a rendir cuentas en juicios justos», concluye Wanyeki.

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