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Agentes belgas en la estación del metro de Maelbeek ayer en Bruselas - EFE

Los últimos ataques vuelven a poner en evidencia la eficacia de la Policía belga

La detención de Abdeslam había dado un respiro a las fuerzas de seguridad

CORRESPONSAL EN BRUSELAS Actualizado: Guardar
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Hay discusiones interminables sobre si la especialidad de los belgas es el chocolate o los mejillones con patatas fritas. Pero en lo que todo el mundo está de acuerdo es en asumir que Bélgica es el país del absurdo y el surrealismo. Los belgas son capaces de llegar a un acuerdo en prácticamente cualquier circunstancia, pero si hay un país donde ese acuerdo podría ser que en unas partes los coches circulan por la derecha y en otras por la izquierda, ese es Bélgica. La Policía no es una excepción, y junto a sus éxitos acumula una reputación de estrepitosos fracasos que han hecho de este país un ejemplo de lo que solo puede funcionar aquí.

En realidad, la detención de este viernes de Salah Abdeslam, el fugitivo más buscado de Europa, intentaba ser el gesto redentor de todos los reproches que habían llegado desde Francia por los evidentes fallos que se habían producido mientras los terroristas preparaban los atentados del 13 de noviembre y en las horas que siguieron a aquellos siniestros momentos.

Abdeslam fue detectado cuando viajaba a París a cometer los atentados (aunque luego se arrepintió y no hizo estallar su cinturón de explosivos) y controlado dos veces en el viaje de vuelta a Bruselas por la Policía belga, que lo dejó pasar sin mayores problemas, como si fuera un honorable profesional que viene de hacer un encargo al otro lado de la frontera. En un país donde están prohibidos los registros domiciliarios a partir de las 10 de la noche, para no molestar al vecindario, los delincuentes y criminales están tan cómodos como los probos ciudadanos que obedecen al dedillo la orden de poner correctamente su nombre en el timbre de la puerta, para que en caso de que la Policía tenga que venir a detenerlos no alarme al vecino tocando por error en la puerta equivocada.

Visto en televisión

En el primer intento de detenerlo en su feudo del barrio de Molenbeek, Abdeslam se escapó otra vez en las mismas narices de los policías, a pesar de que estos llevaron a cabo un despliegue importante, tan espectacular que las televisiones lo estaban retransmitiendo en directo. Hasta tal punto era una situación surrealista que los responsables de las fuerzas de seguridad tuvieron que pedir a las televisiones que no lo emitiesen porque tenían la sensación de que el fugitivo se servía de las imágenes para huir. Una segunda operación con todos los medios tampoco logró detenerlo, porque según se llegó a decir, Abdeslam se había aprovechado de una simple mudanza para huir dentro de un armario que formaba parte del trasiego. Ni siquiera un fin de semana largo con el nivel de alerta 4 y con toda la potencia de la Policía desplegada logró dar con él.

Incluso el golpe que parece que acabó soltando las teclas del terrorista huido se produjo por casualidad, cuando el martes pasado un grupo de agentes, entre los que había franceses, fue a hacer una inspección rutinaria en un piso franco que pensaban tener controlado en el barrio de Forest, al sur de la ciudad. Tan controlado lo tenían que al abrir la puerta sin mayor dispositivo de seguridad, los terroristas que estaban en su interior los recibieron a tiros e hirieron al menos a dos agentes. La guarida estaba siendo vigilada de tal manera que los terroristas habían logrado entrar sin que los policías se dieran cuenta.

En aquel piso aparecieron también las huellas de Abdeslam, a pesar de que oficialmente no lo estaban buscando allí. Pero todo parece indicar que esa fue la gota que colmó el vaso de los responsables policiales, porque después de cuatro meses buscándolo, parecía que al terrorista solo le faltaba ir a hacerse fotos junto al Atomium para seguir burlándose de sus perseguidores. Sin embargo, un soplo bien orientado y una sospecha sobre un pedido exageradamente grande de pizzas en una casa de la calle Cuatro Vientos de Molenbeek centró definitivamente el objetivo. Pero hasta en el momento de la detención volvió a aparecer el inefable factor belga: los policías se concentraron en el lado izquierdo de la puerta. Lo que nadie se esperaba es que Abdeslam saldría sencillamente corriendo hacia la derecha por la acera, completamente libre de obstáculos. Si no llegan a dispararle, se habría vuelto a escapar.

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