El presidente de EEUU, Donald Trump durante la firma de dos órdenes ejecutivas para resucitar los polémicos proyectos de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access
El presidente de EEUU, Donald Trump durante la firma de dos órdenes ejecutivas para resucitar los polémicos proyectos de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access - EFE

Trump reta a los ecologistas y construirá un oleoducto gigante

Aprueba el polémico Keystone y suprime regulaciones medioambientales para los carburantes

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El presidente número 45 de Estados Unidos está lanzado. Su entrada en escena se mide con ocho órdenes ejecutivas en apenas cuatro días, que le permiten avanzar en su prioridad número uno: lanzar la producción industrial y económica para crear empleo. Empeñado en gestionar el país como una empresa, Trump se aplica el cuento con la forma más ejecutiva posible de gobernar Estados Unidos. Su ventaja es que las órdenes, potestad del presidente, difícilmente se van a encontrar con vetos de la mayoría republicana. Ayer, el nuevo inquilino de la Casa Blanca quiso dar otra exhibición de eficacia y aprobó la construcción del polémico oleoducto Keystone, que permitirá transportar más petróleo desde Canadá hasta Texas, al sur del país.

Una infraestructura gigante paralizada por el presidente Obama por las protestas de grupos ecologistas. Trump abrió ayer un frente de batalla, al que contribuyó otro memorando (que es tan ejecutivo como las órdenes) que elimina una batería de regulaciones medioambientales limitadoras del uso de carburantes. Además, un tercero es el que habilita su futura construcción.

En su segunda jornada consecutiva de contacto con el mundo empresarial, que demostró tanto sus genes profesionales como el gran objetivo que persigue, Donald Trump sentó ayer en la Casa Blanca a los ejecutivos de las grandes compañías automovilísticas, el santo y seña del sector en Estados Unidos: General Motors, Ford y Fiat Chrysler. El mensaje no fue tan nuevo como la significativa puesta en escena y el tono paternalista del mensaje, no exento de la imposición que ya había mostrado los últimos meses con inquietantes mensajes en Twitter: “Quiero que las empresas americanas fabriquen en Estados Unidos”. Y a continuación les ofreció algunas contrapartidas para alegrar sus oídos, que concretaría posteriormente en una orden ejecutiva: la supresión de numerosas regulaciones que limitan los carburantes y otros derivados del petróleo, un condicionante para el negocio de la fabricación y venta de coches.

Una infraestructura que «no aporta riqueza»

Pero la decisión estrella fue el desbloqueo del megaoleoducto que había descartado definitivamente Obama a finales de 2015. Otra enmienda a la totalidad al legado de su antecesor. El Keystone XL, que se complementa con el proyecto Dakota Access (el otro impulsado ayer), es un proyecto planteado hace un decenio por la compañía TransCanada, que permitirá añadir 1.900 kilómetros de oleducto y elevar la capacidad de transporte hasta los 830.000 barriles de petróleo al día. Claro que a la gigante canadiense del crudo no le saldrá gratis la operación. Con su mentalidad para los negocios, Trump pretende que el Gobierno Federal estadounidense perciba el 25% de los beneficios que genere el nuevo oleoducto, cuya construcción «permitirá crear 28.000 puestos de trabajo», según el nuevo presidente.

La Administración Obama había desechado formalmente su construcción asegurando que era es una infraestructura que «no aporta riqueza a Estados Unidos», a cambio de lo cual proponía otras obras públicas. Además, las quejas de los ecologistas y de las colonias de nativos americanos presentes terminaron convenciendo al anterior inquilino de la Casa Blanca.

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