Varios senadores se encaran durante el juicio a Rousseff en el Senado
Varios senadores se encaran durante el juicio a Rousseff en el Senado - AFP

Tensión y golpes bajos en el segundo día de juicio a Rousseff

El proceso avanza en el Senado en medio de constantes descalificaciones entre los políticos

Corresponsal en Sao Paulo Actualizado: Guardar
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La temperatura no para de subir en el Senado brasileño, donde los insultos fueron la tónica dominante, del segundo día del juicio de destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Pese a que los emisarios del presidente interino, Michel Temer, aseguran tener atados los votos necesarios para deshacerse de la mandataria, la presión de ambos lados del hemiciclo sigue fuerte. Persisten los movimientos subterráneos, con votos que se negocian a cambio de favores, aumentos de sueldo y cargos. La bronca parlamentaria, que se repitió en la segunda jornada del juicio, revela todo lo que hay en juego.

Los analistas dan por seguro que Rousseff caerá. El proceso, que avanza desde diciembre del año pasado, coincide con el inicio de las elecciones municipales de octubre, cuando la mayoría de los políticos buscan fondos para sus campañas.

Ese escenario complica un poco más el juicio, que el jueves vivió una maratón de quince horas de declaración de los testigos de la acusación y ayer escuchó a los de la defensa. Si al menos 54 de los 81 senadores votan a favor, la presidenta será definitivamente destituida.

Insultos de «ladrón», «asaltante» y hasta «inhalador de cocaína» fueron algunos de los que se oyeron en estas dos sesiones de golpes bajos. El senador Ronaldo Caiado, contrario a Rousseff, y Linderbergh Farias, del Partido de los Trabajadores (PT) de la presidenta —que estuvieron a punto de llegar a las manos el jueves—, también se insultaron duramente el viernes. «Tiene una ‘cracolandia’ en su oficina», atacó Caiado, insinuando que Farias era drogadicto. Farias, a su vez, insinuó conexiones de Caiado con la mafia del juego ilegal.

El presidente del Congreso, Renan Calheiros, ex aliado de Rousseff que dice no tener aún su voto definido, trató de tranquilizar los ánimos y los empeoró al afirmar que el Senado estaba pareciendo un «manicomio», provocando la reacción de varios senadores que se levantaron de sus escaños para enfrentarlo. «Esta sesión muestra que la necedad es infinita», prosiguió Calheiros, refiriéndose a la senadora petista Gleisi Hoffman, que el jueves dijo que el Congreso era inmoral para acusar a Rousseff. Las palabras del presidente solo sirvieron para elevar la tensión en un marco en el que las descalificaciones se suceden sin parar, porque buena parte de los congresistas, incluidos Hoffman y Calheiros, tienen sus nombres citados en las investigaciones de la operación lavacoches, la trama de escándalos que envuelve a todos los partidos en desfalcos en la petrolera Petrobras durante los años del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-11).

Interrupciones

El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, que dirige el juicio, tuvo que suspender la sesión hasta en dos ocasiones por algunas horas, una de ellas aprovechando el horario del almuerzo. Tras rechazarse la declaración del promotor Júlio Marcelo de Oliveira como uno de los testigos contra Rousseff, los senadores que se oponen al PT tratan de conseguir lo mismo con los convocados a defenderla.

El testimonio de Oliveira, que es funcionario del Tribunal de Cuentas, lo rechazó Lewandowski por falta de pruebas. Rousseff sigue las sesiones desde la residencia oficial en el Palacio de Alvorada, donde se refugia desde mayo, y debe presentarse el lunes para defenderse ante el pleno, una decisión que sorprendió a los congresistas. Pese a su poca habilidad oratoria, la presidenta viene preparándose para la sesión que considera su última carta. Su intención es avergonzar a algunos de sus antiguos correligionarios, entre ellos seis exministros suyos, en la esperanza de que cambien su voto, que cambiaron de bando.

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