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Gente evacuada en Munich - AFP

«Es una situación angustiosa»

Testigos del ataque lanzado en el centro comercial de Múnich relatan los momentos de pánico y confusión vividos

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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«Ayuda! ¡Ayuda!», gritaba con desgarro una mujer en plena crisis nerviosa a las puertas del Centro Comercial Olimpia, en el norte de Múnich. Esa fue la primera señal de alerta que observó la Policía de tráfico alemana, que acudió a socorrerla y en pocos minutos estaba desbordada por la estampida de clientes que abandonaba el centro en medio de escenas de pánico. Los escasos testigos oculares pasaron de inmediato a disposición policial y relataron cómo tres hombres armados -luego la Policía aseguró que solo hubo un atacante- habían comenzado a disparar contra los clientes de un restaurante de comida rápida. Los detalles que podían aportar pasaron a constituir elementos fundamentales para orientar la investigación. El resto apenas podía balbucear que habían escuchado disparos, que se habían visto arrastrados por la multitud que huía sin saber exactamente de qué.

«Yo salí corriendo porque todo el mundo gritaba y corría, pero mi prima había ido al baño y se ha quedado ahí dentro. ¡Vayan a buscarla, por favor! ¡Hay más gente ahí dentro!», suplicaba Lena, una joven de 24 años que había acudido al centro comercial a comprar un regalo para una fiesta de cumpleaños.

Mientras los coches de policía rodeaban el edificio y las primeras ambulancias en llegar atendían a unos diez primeros heridos, la noticia se extendía por las redes sociales con mayor rapidez que la información que proporcionaba la Policía, causando situaciones de angustia y confusión en el centro de Múnich.

En Twitter fue difundida la noticia de un segundo tiroteo en el centro de la ciudad, concretamente en Karlplatz, que a lo largo de la noche no fue nunca confirmado. Toda la información que proporcionaban las autoridades es que Múnich se encontraba en situación de alerta y que la población debía permanecer en sus casas o donde se encontrase en ese momento, sin salir a la calle, y en lo posible seguir las alarmas de seguridad a través del sistema para móviles y smartphones denominado Katwarn.

«Estoy en un restaurante a unos quince minutos del centro comercial. Han cerrado las puertas para que nadie pueda entrar ni salir y nos han tranquilizado diciendo que podemos quedarnos aquí todo el tiempo que sea necesario, pero han pasado ya más de dos horas y la verdad es que esto comienza a ser bastante angustioso», decía por teléfono una joven española que trabaja para Telefónica en la capital bávara y a la que la alarma sorprendió comenzando el fin de semana en una reunión entre amigos.

«La Policía ha venido a la estación de autobús cuando estaba esperando el que me lleva a casa desde el trabajo, como todos los días, y nos ha dicho que entremos en esta cafetería y que esperemos aquí. No quieren a nadie caminando por la calle», explicaba Ralph, un profesor de instituto que también pasó la tarde pendiente del teléfono y tratando de tranquilizar a varios alumnos que casualmente se habían refugiado en el mismo establecimiento.

Evacuación

En las inmediaciones de la estación central, que en apenas media hora había sido evacuada y cerrada al tráfico ferroviario, se acumulaban las aparatosas maletas de los turistas a los que la Policía había ordenado abandonar los andenes y salas de espera y guarecerse en el primer lugar que pudiesen encontrar. «Bueno, pues hemos hecho café, hemos puesto la radio y la televisión y aquí estamos traduciendo al inglés las informaciones que van apareciendo», decía resignada Renate, una vecina que había abierto las puertas de su hogar a un grupo de cinco turistas canadienses que se habían resguardado en el portal de su casa y que allí seguían, tres horas después, sin poder salir: «Al menos que pasen y tomen algo, es de locos estar ahí tantas horas».

«Esto es indignante, llevamos aquí parados dos horas, limitándonos a dejar un carril libre en el centro para que puedan pasar los coches de Policía y las ambulancias, sin saber qué está pasando», se quejaba Luzius, un abogado que quedó atrapado en la autopista de acceso norte a la ciudad.

«Múnich ya no es lo que era, no podemos soportar estar cada dos por tres con estos sobresaltos», protestaba una jubilada en una llamada a la radio local, en la que insinuaba que la llegada masiva de los refugiados estaba detrás tanto del tiroteo. «Bueno, lo cierto es que no se puede relacionar a los refugiados con lo sucedido en el Olimpia», corregía el moderador del programa. «Ya», admitía la señora, «pero antes no pasaban estas cosas».

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