Quiénes son Jürgen Mossack y Ramón Fonseca, los abogados de los «papeles de Panamá»

Los fundadores del despacho que tramitó más de 200.000 empresas «offshore» unieron sus fuerzas en 1986 y al año siguiente comenzaron a operar en las Islas Vírgenes Británicas

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Hasta hace una semana, los nombres de Jürgen Mossack y Ramón Fonseca eran para la mayoría de los mortales unos perfectos desconocidos fuera de Panamá. Al menos para quienes no habían sentido la necesidad de abrir una empresa pantalla en un paraíso fiscal. Pero la revelación de más de once millones de documentos del despacho panameño de estos dos abogados, en una filtración a la que tuvo acceso el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), los ha situado ante los ojos del mundo.

Del tándem Mossack-Fonseca, el primero es el menos expuesto a la luz pública. Jürgen nació cerca de la ciudad alemana de Nüremberg en 1948, hijo de un miembro de las Waffen-SS, un cuerpo de elite de las fuerzas armadas nazis durante la Segunda Guerra Mundial y que, al concluir la contienda, se ofreció como espía para los Estados Unidos.

Según documentos de la inteligencia norteamericana que cita el ICIJ, «estaba a punto de sumarse a una organización clandestina, ya fuera de exnazis convertidos en comunistas […] o de nazis no conversos disfrazados de comunistas», si bien un oficial escribió que la oferta podría ser tan solo «un astuto intento de salirse de una situación incómoda». Posteriormente, el padre del abogado se habría ofrecido también desde Panamá a la CIA como informante sobre actividades comunistas en Cuba.

Jürgen Mossack se trasladó a Panamá con su familia a principios de los años 60, según ha indicado su socio de bufete. Completó sus estudios de Derecho en 1973 y trabajó como abogado en Londres durante un tiempo y, a su vuelta a Panamá, abrió un despacho que luego se acabaría fusionando con el de Ramón Fonseca.

Además, Mossack es miembro del Club Unión, una conocida organización panameña en la que su hija Nicole celebró en 2008 la fiesta de sus quince años. Además, entre 2009 y 2014, fue participado en Conarex, el consejo de relaciones exteriores del pequeño país centroamericano.

Un letrado en la política y la literatura

La biografía de su socio, Ramón Fonseca Mora, ha sido más pública, no solo por su actividad como abogado, sino también por su participación en la política panameña y en el mundo de la literatura. Nacido en Panamá en 1952, estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Panamá y en la London School of Economics. En algún momento de su juventud sintió la llamada del Señor para servir como sacerdote, un camino que finalmente no escogió. También trabajó para Naciones Unidas durante seis años. Al final renunció a redimir al mundo y montó un pequeño despacho como abogado en Panamá. «No salvé a nadie ni hice ningún cambio», confesó en unas declaraciones en 2008, y decidió, en cambio, dedicarse a su profesión, formar una familia, casarse y «llevar una vida normal». «A medida que uno envejece, se vuelve más materialista», recordaba.

Fonseca ha sido hasta hace unas semanas el presidente del Partido Panameñista, la organización política de corte nacionalista al que pertenece el actual presidente del país, Juan Carlos Varela, del que además ha sido ministro consejero. Sin embargo, el pasado 11 de marzo renunció a estos dos puestos para poder defender a su despacho en Brasil de posibles implicaciones en el escándalo de corrupción en torno a la empresa estatal Petrobras.

Es autor de distintas obras de ficción y de ensayo, algunas publicadas en una editorial como Alfaguara, y cuenta con varios premios nacionales a sus espaldas. Su último título, 'Míster Políticus' (Editorial Exedra, 2012), aborda «los enmarañados procesos de los que se valen funcionarios inescrupulosos para afincarse en el poder y, desde allí, satisfacer sus detestables ambiciones, arropados con el manto falaz de un fementido servicio a la nación». Según la información con la que se anuncia en internet, trata cuestiones como las «mentiras, medias verdades, cinismo rampante, máscaras atildadas para ganar el favor de los electores, manipulación de los medios de comunicación, puñaladas traperas, alianzas de conveniencia, concusión apenas disimulada, enriquecimiento ilícito, junto a todos los males que han llevado a la política criolla y a sus cultores al peor nivel de descrédito».

En 2007 se convirtió en presidente de la Fundación Ojitos de Ángel, título de una de sus novelas, y también ha sido durante cinco años socio fundador y director de Mi Banco, que se presenta como un banco destinado para personas con medios económicos limitados.

Una amplia red internacional

Fue en 1986, la época en que el dictador Manuel Antonio Noriega estaba bajo el foco internacional por casos de blanqueo de dinero y narcotráfico, cuando Mossack y Fonseca decidieron unir sus fuerzas y fusionar sus oficinas. Al año siguiente abrieron una primera oficina en el exterior, en las Islas Vírgenes Británicas, el paraíso fiscal que permitía mantener ocultos los nombres de los propietarios de empresas extraterritoriales y donde los papeles ahora revelados sitúan la mayoría de las compañías «offshore» tramitadas por el despacho panameño.

En 1994, el despacho Mossack-Fonseca contribuyó a que Niue, un pequeño atolón del Pacífico de 2.000 habitantes, redactara una legislación favorable a la llegada de este tipo de empresas y luego llegó a firmar un acuerdo que les daba los derechos exclusivos para abrir compañías extraterritoriales en la isla.

En la actualidad, estos abogados cuentan con una red de 500 empleados o representantes asentados en más de 40 oficinas de distintos países. El bufete ha creado más de 200.000 empresas en dos centenares de países y registró una facturación de más de 42 millones de dólares en 2013, con clientes que, a la luz de lo ahora revelado, van desde jefes de gobierno a deportistas y figuras del mundo del cine.

El propio Fonseca ha dicho, en una entrevista con el diario panameño 'La Prensa': «El mundo no es perfecto y nosotros no tenemos una varita mágica para saber quién se mete en problemas y quién no». El abogado compara a su despacho con una factoría automovilística cuyos vehículos se utilizaran para un robo. «Es muy difícil que las fábricas prevean eso. Nosotros somos como una fábrica de sociedades, de fundaciones, de fideicomisos», asegura.

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