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Putin confía en poder seducir a Trump

Seis meses después de la llegada de Donald Trump a la casa blanca, Vladímir Putin es el único dirigente de los países influyentes con el que aún no se ha reunido

Corresponsal en Moscú Actualizado: Guardar
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El presidente ruso, Vladímir Putin, es el único dirigente de los grandes países influyentes del planeta que no se ha reunido todavía con el líder de la principal superpotencia mundial, Donald Trump, seis meses después de la llegada de éste a la Casa Blanca. Por eso, Putin necesita cubrir el trámite del encuentro, sobre todo de cara a su propia ciudadanía, aunque la relación después no vaya mucho más allá. Y hoy en Hamburgo se verán por fin las caras los dos mandatarios.

Después de la euforia con la que la cúpula rusa acogió la victoria electoral de Trump, con calurosos aplausos en el Parlamento y brindis con champán a diestro y siniestro, el Kremlin trabajó a fondo para organizar una cumbre con el nuevo presidente estadounidense.

No lo consiguió. Ha habido que esperar medio año y todavía no está claro si la reunión de hoy tendrá la duración mínima que exigiría la cantidad de cuestiones acumuladas en unas relaciones que están completamente devastadas.

Rusia, y más concretamente el régimen de Putin, están hoy día en el centro del debate en Estados Unidos por su presunta injerencia en los pasados comicios, la supuesta connivencia con el equipo de Trump y la labor de zapa de hackers «patriotas» que el Kremlin dice no poder controlar. También por el apoyo militar del Kremlin a los separatistas del este de Ucrania, por sus simpatías con el dictador sirio, Bashar al Assad, y por la tibieza con la que trata las bravuconadas de Corea del Norte.

Altos cargos de la Administración norteamericana, especialmente la embajadora ante la ONU, Nikki Haley, y el secretario de Defensa, James Mattis, llevan tiempo lanzando puyas a Moscú. La semana pasada, Mattis denunció las «fechorías» que Putin está perpetrando «más allá de sus fronteras», en alusión al acoso que está sufriendo Ucrania.

Ayer, Trump mostró en Varsovia una dureza inusual hacia Rusia al acusarla de «desestabilizar» el este de Europa. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, le respondió señalando que «no estamos de acuerdo con ese enfoque».

En el terreno militar, son casi permanentes los incidentes entre aviones o barcos rusos y americanos en el Báltico, el Mediterráneo y el Mar Negro. El despliegue de la OTAN en el este de Europa está provocando un reforzamiento equivalente de fuerzas rusas a lo largo de la frontera oeste del país. Por si fuera poco y sin siquiera esperar a hablar con Putin, Washington reforzó la sanciones contra Rusia el mes pasado.

Así que en Moscú no son demasiado optimistas con los resultados que pueda arrojar la reunión que mantendrán hoy los dos presidentes en Alemania. A juzgar por las palabras de Peskov, en el Kremlin se conforman con que «se establezca un diálogo de trabajo (...) para hacer frente a los problemas y conflictos que aumentan día a día en el mundo».

Por su parte, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, confía en que el primer encuentro entre Putin y Trump sirva para «aclarar» de una vez por todas «las perspectivas de cooperación». Lavrov cree que las relaciones entre los dos países «se han convertido en rehén de la lucha política interna en EEUU» y, a su juicio, eso es malo para el mundo en su conjunto.

Aunque no lo ha dicho explícitamente, es evidente que Putin confía en poder seducir a Trump. Sabe, por lo piropos que mutuamente se han dispensado, que hay admiración entre ellos y que la química a veces hace milagros. Ambos tienen una personalidad con aspectos coincidentes sobre todo en su conservadurismo, en la manera expeditiva con la que les gusta afrontar los problemas y en la tendencia a hacerse notar con todo tipo de lances y subterfugios, a menudo teatrales.

Bien es verdad que la agenda que probablemente este hoy sobre la mesa, si es que no se reúnen de pie en el pasillo, está plagada de obstáculos. El más evidente e irresoluble es Ucrania, de cuya solución depende un eventual levantamiento de las sanciones. Pero Putin no va a devolver Crimea ni parece proclive a ceder en su apoyo a los rebeldes separatistas de Donetsk y Lugansk. En la cuestión norcoreana puede haber esfuerzos comunes, siempre y cuando Washington renuncie al uso de la fuerza y a aplicar más sanciones. En Siria los puntos de vista son divergentes, pero tendrán que coordinar sus acciones militares para evitar disgustos que puedan llevar a una escalada de enfrentamiento entre ellos realmente peligrosa.

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