El otro campo de refugiados que ya tiene París

Tras ser expulsados por la prefectura y la alcaldía de varios lugares (las cercanías de la estación de metro de Stalingrado, de La Chapelle o la estación de tren de Austerlitz), entre 800 y 1.000 refugiados han vuelto a reconstruir un campamento en la frontera norte de la capital, en los Jardines d’Éole, donde sobreviven gracias a la ayuda de organizaciones humanitarias.

Anne Hidalgo, alcaldesa de París, anunció «solemnemente» el martes que se proponía crear un campamento de refugiados, en fecha y lugar no determinado.

En verdad, la alcaldía y la prefectura de París han desmantelado una veintena de campamentos de refugiados, en los últimos seis meses. A la misma hora que la alcaldesa anunciaba la creación de un campo «oficial», el campo de refugiados situado desde hace semanas en los Jardines d’Éole, al norte de París, estaba sufriendo cortes de agua potable, tras tres días de lluvias torrenciales.

Hassak-Marzorati, directora general adjunta de la ONG «Emmaüs», estima que el campo de los Jardines d’Éole tiene ya algo de «histórico»: ha sido montado por los refugiados y desmantelado por las fuerzas del orden en numerosas ocasiones, desde 2015. Matthieu Mirta, de la misma organización, estima que el problema continúa agravándose en París: «La semana pasada llegaron de Italia más de 2.000 personas. Muchas de ellas han “desaparecido”. Otras han venido a los Jardines d’Éole».

Jean-François Carenco, prefecto de la región Isla de Francia (París y su periferia), es consciente del problema de fondo: «Hemos dado abrigo a más de 9.000 personas durante el último medio año. Nos gustaría ir más de prisa. Pero hay muchos problemas de fondo».

En las minúsculas tiendas de campaña del campamento de refugiados de los Jardines d’Éole se apiñan hombres, mujeres, niños llegados de África (Sudán, Eritrea, Malí, Senegal) y Asia (afganos, esencialmente). Las organizaciones humanitarias aportan socorro de urgencia. Pero los cortes de agua aleatorios y la evacuación irregular de las letrinas cobran dimensiones angustiosas cuando ha llovido sin cesar durante varios días.