Un miembro de Daesh sostiene un arma y una bandera del grupo terrorista en Mosul
Un miembro de Daesh sostiene un arma y una bandera del grupo terrorista en Mosul - REUTERS

Mosul vive su peor Ramadán, dos años después de caer en las garras de Daesh

El grupo terrorista ha endurecido su tiranía a medida que ha ido perdiendo terreno ante las fuerzas progubernamentales y las fuerzas kurdas «peshmergas»

MOSUL Actualizado: Guardar
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Los dos millones y medio de personas que se calcula que aún viven en Mosul no recuerdan un Ramadán peor que el de este año, que coincide con el segundo aniversario de la caída de la ciudad iraquí en manos de los extremistas del grupo terrorista Daesh. «Este ramadán es el peor mes de ayuno que vive la ciudad porque está asediada por todas partes y Daesh no ha encontrado ninguna alternativa al vacío alimentario y económico producido por la ausencia del Gobierno», asegura a Efe Ismail al Tahán, residente en Mosul.

Los hombres abandonan sus casas de día y no vuelven hasta la caída de la noche para romper el ayuno con la poca comida que llega a las mesas, las mayoría de las veces cruda, pues la falta de combustible impide a muchos cocinar unos alimentos cada vez más caros.

«Los bolsillos de los habitantes de Mosul están vacíos, después de que el Gobierno suspendió los salarios de los funcionarios» atrapados en la ciudad, se queja Al Tahán.

«Pan y acelgas crudas, esa es la única comida», asegura a Efe, por su parte, un mosulense de 37 años que se identifica como Abu Ali. Según Ali, es normal ver a gente vendiendo en las calles los muebles de sus casas para conseguir algo de dinero o buscando restos de verduras y frutas entre la basura de los mercados. A esta carestía se suman las campañas de asesinatos y detenciones lanzadas por los yihadistas y los ataques aéreos de la coalición internacional encabezada por EE.UU., además de las ofensivas del Ejército iraquí y las tropas kurdas «peshmergas» contra Daesh en Nínive, cuya capital es Mosul.

Según el Consejo Provincial de Nínive, se calcula que 1,2 millones de personas han abandonado la región desde 2014, pero otras 550.000 han llegado escapando de los bombardeos y combates en otras provincias, entre ellas familiares de combatientes y dirigentes yihadistas. Muchos quieren huir, pero ni los enfermos ni los comerciantes tienen fácil salir de la ciudad debido a las restricciones impuestas por Daesh, que, como en otros lugares, emplea a los residentes como escudos humanos para evitar ataques y frenar ofensivas.

Estas medidas ya existían en la ciudad, pero Daesh las ha ido endureciendo a medida que ha ido perdiendo terreno ante las fuerzas progubernamentales y las fuerzas kurdas «peshmergas». El jefe del Comité de Seguridad de la provincia de Nínive, de la que Mosul es su capital, Mohamed al Bayati, explicó por teléfono a Efe que las personas que necesitan viajar por motivos de salud deben presentar informes suscritos por los médicos de los hospitales o los ambulatorios. Pero el médico que extiende el certificado corre el riesgo de ser detenido o incluso ejecutado si el paciente no regresa a la ciudad, según Al Bayati. Los comerciantes, tanto de mercancías como de medicinas, deben sortear también los obstáculos impuestos por los radicales.

Cualquier hombre de negocios que quiera salir de Mosul por motivos de trabajo debe presentar a una persona cercana como aval, pero además también exigen sus tiendas, viviendas, coches u oro. Si el comerciante no retorna, el aval es retenido por los yihadistas, incluso asesinado en el caso de las personas, según Al Bayati, quien subraya que, además, todos los bienes del comerciante y del aval son requisados.

Más difícil aún lo tienen las familias, ya que Daesh exige que por cada dos familiares que quieran salir de la ciudad se presente como garantía una vivienda, un terreno u otro inmueble, además de otra persona. A esto se suma el hecho de que las mujeres sólo pueden cruzar los límites de la ciudad en compañía de un tutor varón de su familia, ya sea su esposo, su padre, su hijo o uno de sus hermanos siempre que sean mayores de edad. Su viaje no puede durar en ningún caso más de dos meses y si la persona no regresa, Daesh se apropia de sus bienes, y su aval es también detenido y generalmente «ejecutado».

Una mujer enferma de cáncer, que se identificó como Um Haná, de 63 años, contó a Efe que, tras muchos esfuerzos, un hospital le redactó un informe para que pudiera ser tratada fuera de Mosul. «Al principio, los comités de los hospitales rechazaban dármelo, pero finalmente me lo concedieron (certificado médico). Pero la comisión de viajes, supervisada por Daesh, ha rechazado mi salida con la excusa de que no tengo un tutor que me acompañe», subrayó. Apenada explica que pidió sin éxito que le permitieran salir acompañada por sus hijas mayores y que ahora espera impotente y atrapada en Mosul, con su cuerpo cada vez más débil, que la enfermedad se la lleve. Los profesores universitarios, los médicos, los farmacéuticos, los dentistas y los antiguos miembros de los cuerpos de seguridad iraquíes ni siquiera cuentan con esta opción, ya que su salida de Mosul está totalmente prohibida por las autoridades califales.

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