¡En Marcha! busca completar el seísmo en el Parlamento

El movimiento de Macron tiene un mes para convertirse en el primer partido francés

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Elegido el presidente de la República, las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio próximos están llamadas a consumar el «terremoto» fundacional del nuevo «orden político nacional». El triunfo de Emmanuel Macron el pasado domingo convierte a su partido, ¡En Marcha!, en aspirante a su reconversión de grupúsculo inexistente, hace un año, a primer partido de Francia, dentro de mes y medio.

En la historia de la V República solo existe un antecedente de tal «terremoto»: la elección de Valery Giscard d’Estaing, el mes de mayo de 1974. Antes de ser elegido presidente, Giscard solo estaba al frente de un minúsculo partido de «republicanos independientes». Un pigmeo ante las grandes formaciones políticas de la época, controladas por el general De Gaulle, a la derecha, y el PCF al frente de todas las izquierdas, con una fuerza muy superior a un socialismo en crisis.

Elegido presidente, Giscard transformó su grupúsculo en el primer partido del centro-derecha, «robando» el liderazgo a la derecha próxima a De Gaulle. Esa división abrió una fractura histórica entre las derechas, que ha perdurado durante 40 años.

Macron aspira a consumar una operación de la misma naturaleza: transformar ¡En Marcha! en partido de masas, partido de su propia mayoría presidencial, creciendo entre las ruinas del socialismo y la crisis de la derecha tradicional, amenazada por la extrema derecha.

La crisis y el «terremoto» en curso tienen un alcance «sísmico» semejante al de la fundación de la V República, entre 1958 y 1964: todo el abanico político francés está sufriendo un cambio, metamorfosis y transformación de inmenso calado.

A la izquierda, el PS corre el riesgo de perder el liderazgo ejercido entre 1981 y 2012. El hundimiento del PCF (reducido a una condición de microgrupúsculo) y la emergencia imperial de una extrema izquierda populista, liderada por Jean-Luc Mélenchon, corren el riesgo de relativizar muy mucho la decadencia histórica del socialismo francés.

A la derecha, Los Republicanos (LR, derecha tradicional), el partido de Nicolas Sarkozy y François Fillon, aspira a ser la gran alternativa de las próximas elecciones legislativas. Sin embargo, el crecimiento espectacular del Frente Nacional (FN, extrema derecha) amenaza con «robar» a la derecha tradicional el puesto de primer partido de Francia.

Marine Le Pen ha perdido la elección presidencial. Pero el FN entrará en la próxima Asamblea Nacional (AN) con una fuerza temible.

Sin cheque en blanco

Entre ese abanico de oposiciones de muy diverso color, Emmanuel Macron espera que su partido, ¡En Marcha!, se beneficie de una incierta condición «legitimista» del electorado nacional, proporcionándole una «mayoría estable» para poder gobernar y realizar las reformas prometidas.

No está claro que la opinión pública esté dispuesta a conceder al nuevo presidente ese eventual «cheque en blanco». Según los primeros estudios, solo un 34% de los franceses dicen desear que Macron tenga una mayoría sólida y propia para poder gobernar en solitario. Por el contrario, un 49% dice desear que el nuevo presidente cohabite con un gobierno y una mayoría parlamentaria de otro signo.

Apenas un 3% desea que gobierne con hipotéticos aliados socialistas. Por el contrario, entre un 13 y un 14 % dice desear que Macron gobierne negociando su cohabitación con la derecha, la extrema derecha, incluso la extrema izquierda. Se trata de opiniones y deseos pasablemente novedosos, visiblemente esquizofrénicos.

Nadie olvida que el presidente Macron ha sido elegido «por defecto». La importancia de la abstención y el voto en blanco (más de 16 millones de electores) sugieren una elección con base social relativamente frágil.

Entre los 47,5 millones de franceses inscritos en el censo electoral, más de 16 millones decidieron no votar en la segunda vuelta electoral este domingo. 20.753.798 electores votaron a Macron (el 66,10%), pero otros 10.644.118 votaron a Marine Le Pen (33,90%). Se trata de un equilibrio muy inestable, con una «traducción» parlamentaria imprevisible.

Optimista y voluntarista como nadie en la escena política francesa, Macron espera «canalizar» el descontento y la angustia social de los abstencionistas y votantes de extrema izquierda y extrema derecha. Pero no tendrá tiempo para convencer a nadie de la bondad y eficacia de su política antes de las próximas elecciones legislativas, con las que culminará el «terremoto» político en curso.

Caído de hinojos en la crisis más grave de su historia, el socialismo francés ha dejado de ser una alternativa. Todos sus líderes guardan un silencio sepulcral.

Pugna por la oposición

La derecha tradicional, la extrema izquierda y extrema derecha se disputan el liderazgo de la futura oposición.

Los Republicanos, con un nuevo líder electoral, François Baroin, antiguo ministro de Chirac y Sarkozy, aspira a «canalizar» todas las angustias, miedos e incertidumbres, presentándose como la «única alternativa» real, ante un nuevo orden político emergente. Hará una campaña de centro derecha, equidistante entre la extrema derecha y la mayoría presidencial de Emmanuel Macron.

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