La UE mantiene la cautela con Trump pese a ser eximida de aranceles

Los socios suavizan el tono con EE.UU. tras quedar libres de las tarifas al acero y el aluminio, pero quieren garantías de que no habrá marcha atrás

Juncker saluda a May al comienzo de la reunión, bajo la mirada de Macron y Merkel AFP

ENRIQUE SERBETO

Según palabras de un alto funcionario europeo, los líderes reunidos ayer en Bruselas esperaban con cierto optimismo « el tuit de Donald Trump» que confirme la exención de las tarifas aduaneras al acero y el aluminio europeos. Tras unos anuncios preliminares, más o menos claros, el presidente del Consejo, Donald Tusk , se declaró «prudentemente optimista», pero los responsables de la Comisión consultados en privado no estaban tan seguros de la decisión que pueda adoptar en última instancia el imprevisible presidente norteamericano. «Esperamos el tuit y también el emoticono» bromeaban.

Las opiniones variaban entre los que como el canciller austriaco, Sebastian Kurz, que se mostró «contento» por el anuncio del responsable de Comercio Exterior de EE.UU., Robert Lightheizer, quien anunció en el Senado que Trump decidió no aplicar los aranceles a la UE, Australia, Argentina, Brasil, Corea del Sur, Canadá y México, y los desconfiados, como el belga Charles Michel, que se preguntaba «cuales son las condiciones si esto es así».

Kurz fue el único que se atrevió a lanzar las campanas al vuelo. Afirmó en Twitter: «Desde el principio hemos exigido una posición clara y dura ante la imposición inminente de tarifas estadounidenses. ¡Estoy feliz de la excepción anunciada para la UE! Esto es muy importante para nuestra industria y trabajadores. Una guerra comercial nos hubiera perjudicado a todos».

El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani , fue mucho más prudente y se limitó a decir que «si hubiera una confirmación oficial, se trataría de una noticia que va en la buena dirección», teniendo en cuenta que «EE.UU. y Europa son dos caras de la misma moneda, por lo que no debe haber una guerra comercial. Nosotros no somos el peligro para el acero estadounidense, es el exceso de capacidad de producción chino», afirmó.

Promesas imprecisas

La Comisión tiene los datos de la comisaria de Comercio Cecilia Malmstrom que ha ido a Estados Unidos para tratar de aclarar cuál es la posición real de Washington en este aspecto. En principio, la responsable europea ha vuelto con una vaga promesa de que se creará una comisión específica para tratar este y otros asuntos pendientes; con el peligro de que, en vez de solucionar este problema, se puedan crear otros. Además, no se acordó ninguna fecha para poner en marcha posibles acuerdos. Y por ahora la incertidumbre es tan patente que ayer hubo discrepancias sobre si los dos presidentes, Donald Tusk, del Consejo, y Jean-Claude Juncker de la Comisión, tendrían que haber comparecido a media tarde ante los periodistas, como es costumbre, para informar de las discusiones en el seno de la reunión. Al final lo hicieron, pero solo durante quince minutos y no respondieron nada en concreto sobre este delicado asunto, para disgusto de muchos informadores.

En todo caso, en la parte positiva se puede decir que no ha habido ningún síntoma de división entre los europeos en este asunto que afecta más a unos países que a otros. Ni siquiera el Reino Unido, que en algún momento llegó a amagar con la idea de tratar de buscar una solución por separado para su siderurgia, apelando a sus relaciones especiales con Estados Unidos, lo que habría confortado a los más radicales partidarios del Brexit.

Theresa May estaba sin embargo más preocupada por la crisis que está viviendo con Rusia y pidió a sus todavía socios que consideren el ataque de Salisbury como una agresión al conjunto de los europeos. Tusk y Juncker hicieron una mención a los atentados de Bruselas de los que ayer se cumplían dos años exactos, pero dejaron el pronunciamiento sobre la crisis con Rusia para la discusión en la cena que terminó entrada la madrugada.

Otros aprovecharon para recordar que la idea de imponer un impuesto a las grandes empresas de la tecnología digital no haría más que añadir leña al fuego de la crisis de los aranceles del acero, porque prácticamente todas esas grandes empresas son norteamericanas.

Otros países (Irlanda, Malta, Austria y Luxemburgo) dijeron que ese impuesto que piden España, Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña, dañaría la competitividad de la economía europea en el mundo. Y prueba de que en en tal asunto no se ha avanzado nada fue que incluso Juncker se permitió hacer bromas sobre el particular en la breve rueda de prensa.

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