El presidente de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko, en mayo de 2015
El presidente de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko, en mayo de 2015 - AFP

Jaque al último dictador de Europa

El malestar popular y el empeoramiento de las relaciones con Moscú acorralan al presidente de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko

CORRESPONSAL EN MOSCÚ Actualizado: Guardar
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El presidente bielorruso Alexánder Lukashenko, considerado el último dictador de Europa, atraviesa un mal momento. Su arcaico régimen estaba empezando a mostrar voluntad de querer mejorar su relación con la Unión Europea , mientras él mismo intentaba dar una imagen más humana. Pero la ola de movilizaciones que se desató en el país el mes pasado le ha obligado a echar mano nuevamente de la represión.

El viernes, la corresponsalía en Minsk del canal polaco de televisión por satélite Belsat, el único que ha estado dando cobertura a las concentraciones de las últimas semanas, fue objeto de un registro por parte de la Policía y uno de los cámaras fue detenido. Hay todavía más de un centenar de arrestados, entre manifestantes, periodistas y activistas pro derechos humanos, tras la dura actuación de los antidisturbios el 25 de marzo.

Aquel día tuvo lugar la última gran marcha de protesta, después de casi dos meses de manifestaciones.

El conflicto estalló a comienzos de febrero y lo inició quienes la ley considera «parásitos sociales». En Bielorrusia sigue en vigor una ley inspirada en la legislación soviética, que entonces castigaba a quienes no trabajaban y se las ingeniaban para vivir a costa del Estado, abusando de sus subsidios. La versión actual de aquella norma consiste en un impuesto introducido en 2005 para gravar a quienes trabajen menos de 183 días al año. La tasa correspondiente a 2015 fue de 360 rublos bielorrusos (177 euros) y la de 2016 subió a 420 rublos (206 euros).

«Cuando estás en el paro o tienes un trabajo precario a tiempo parcial con un sueldo bajísimo, no estás para tener que pagar encima un impuesto injusto y vejatorio», declaraba una mujer ante las cámaras de un canal ruso.

Las protestas se extendieron por todo el país. Minsk, la capital, ha sido escenario de acciones multitudinarias con participación de más de cinco mil personas, las más numerosas desde diciembre de 2010. Tal situación hizo recular al régimen, que tuvo que suspender la aplicación de las medidas contra los «parásitos» durante un año hasta que sean examinadas mejor sus consecuencias. Sin embargo, las movilizaciones continuaron e incluyeron entre las demandas la dimisión de Lukashenko, quien terminó ordenando a la Policía acabar con las protestas.

A falta de reformas estructurales, la economía bielorrusa lleva años estancada, se encuentra en recesión y hay serias dificultades para devolver la abultada deuda contraída. El paro aumenta y los salarios se reducen.

Lukashenko, un antiguo director de «sovjoz» (cooperativa agraria soviética), instauró al llegar al poder, en 1994, un modelo económico basado en el sistema de planificación propio de la era comunista y utilizó el señuelo del acercamiento a Moscú para obtener carburantes baratos y créditos. El esquema económico incluye la exportación a numerosas regiones rusas de artículos de consumo de dudosa calidad aunque de bajo precio.

Bielorrusia y Rusia fijaron lo que denominan un «Estado Unitario», aunque en la práctica no es más que un proyecto inconcluso: con la UE como referente, crearon un espacio económico común y eliminaron los controles aduaneros. Pero todo esto se está desmoronando. Rusia vigila de nuevo su frontera con Bielorrusia y ha establecido un embargo a algunos de sus productos, como la carne. Moscú, además, se niega a bajar el precio del petróleo y del gas a Minsk. Las negociaciones para acordar las tarifas de los carburantes finalizaron este jueves en la capital rusa sin ningún resultado. Según Moscú, Bielorrusia tiene acumulada una deuda con Rusia por impago de la factura de gas de casi 700 millones de euros.

Tres factores degradaron ya de antes las relaciones entre Rusia y Bielorrusia: el rechazo del presidente bielorruso a privatizar las empresas estatales del país en favor de corporaciones rusas, la negativa a reconocer a Crimea como territorio ruso y la eliminación del visado para los ciudadanos occidentales, especialmente de EE.UU. y la Unión Europea, en visitas cortas a Bielorrusia. El Kremlin acusa además a Minsk de aprovecharse de las sanciones de Moscú a la UE, utilizando las ventajas de la zona de libre comercio con Rusia. Para hablar de todos estos problemas está previsto que Lukashenko se reúna el lunes en San Petersburgo con Vladímir Putin.

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