Rosario Murillo, tras depositar su voto en un colegio electoral de Managua
Rosario Murillo, tras depositar su voto en un colegio electoral de Managua - REUTERS

La gran hermana de Nicaragua

Rosario Murillo, la extravagante esposa de Daniel Ortega, oficializa su tremendo poder como vicepresidenta

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«Soy conflictiva, malcriada, jodida en muchísimos aspectos. Pero soy leal». Así se define Rosario Murillo, la eterna compañera de Daniel Ortega –«la eternamente leal» la llama él–, a cuyo lado se la ve siempre vestida con ropas de fuertes colores, con los brazos cubiertos de pulseras hasta casi el codo y los dedos repletos de anillos. Extravagante y esotérica, «la Chayo» no solo ha aportado la magia gris para el creciente caudillismo de su marido –se la ha denominado la Lady Macbeth del Caribe–, sino que influye en los aspectos más rutinarios de la vida de los nicaragüenses. Por ejemplo, ha cubierto Managua de «árboles de la vida», grandes construcciones metálicas de colores, iluminadas con miles de lucecitas por la noche, porque dice que dan buena energía.

Es la Gran Hermana de Nicaragua.

Desde que Ortega recuperó el poder en 2006, Murillo ya ejercía de primera ministra en funciones. Su título era jefa del Consejo de Comunicación y Poder Ciudadano, algo en el caso del régimen «neosandinista» lo era casi todo. Ahora, a sus 65 años, oficializa finalmente su enorme poder como vicepresidenta del país, elegida para ese puesto en las elecciones del pasado 6 de noviembre, a las que concurrió junto con su esposo (ambos tomaron posesión de sus cargos este martes). La pareja presidencial impone así formalmente el gobierno familiar, al modo de los Somoza, cuya dictadura fue derribada por la revolución sandinista de 1979. Ya antes de las elecciones, el propio Ortega decía que «en la presidencia, la Rosario es 50 por ciento y Daniel, 50 por ciento».

«Si aquí hay un terremoto, solo lo puede anunciar Murillo», afirma un antiguo miembro del Gobierno sandinista. A ella ha estado reservada toda la comunicación oficial, de manera que los ministros huyen de cualquier llamada telefónica de periodistas, no sea que vayan a enojar a Murillo. Ella ha venido decidiendo desde el rediseño del escudo nacional, con colores vivos, al tipo de flores de los actos públicos, de acuerdo con su interpretación de la filosofía del «New Age». «La Rosario ha entrado en un campo complejo, un tanto esotérico. No se logra distinguir cuándo hace un documento de Estado y cuándo está sacando sus propios sueños o su propia forma de ver la vida», según declaraciones públicas de la poeta Vida Luz Meneses.

Orígenes acomodados

Murillo procede de una familia acomodada –su padre era algodonero y dueño de ganado–, lo que le permitió una buena educación y el aprendizaje de varios idiomas. De su madre, descendiente de una hermana de Augusto Sandino, el líder campesino del primer tercio del siglo XX, Murillo heredó cierto pedigrí revolucionario. Con todo, y a pesar de afiliarse en su juventud al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), no tuvo protagonismo en la revolución contra los Somoza. Algunas biografías oficiales dicen que entonces estuvo en la cárcel, como equiparándola a Ortega, que pasó siete años en prisión, pero solo fue detenida brevemente, como muchos estudiantes que protestaban contra la dictadura.

Cuando esta cayó, Murillo estaba más ocupada en su carrera como escritora. Ha explicado que a raíz de la muerte de un hijo en el terremoto de 1972, que devastó Managua, sintió necesidad de escribir poesía. Su obra cuenta con varios libros de poemas.

Contra su hija

Murillo conoció a Ortega cuando el guerrillero salió de prisión en 1974 y estuvo exiliado en Costa Rica. Nada más triunfar la revolución de 1979, Ortega comenzó a ser la principal cara visible del nuevo orden. En su primera gira internacional para recabar apoyo exterior Murillo ya estaba a su lado acompañándole, valiosa por su conocimiento de idiomas; desde entonces ya se separarían.

Cuando en 1990 el FSLN convocó elecciones libres y las perdió, Murillo protagonizó una gran ofensiva contra las facciones dentro del sandinismo, acusándolas de «sectas». Ortega cayó inicialmente en el «síndrome del desalojo», pero «la Chayo» maniobró para concentrar de nuevo el poder del partido.

En 1998 se produjo un episodio clave que, según sus críticos, le acabó dando dominio sobre Ortega. Una hija de Murillo, Zoilamérica, acusó a su padrastro de haberla violado repetidas veces. Los tribunales desestimaron la denuncia por prescripción del eventual delito, pero lo que sobre todo exoneró a Ortega fue la defensa que de él hizo Murillo. «Eso le dio un poder enorme frente a Daniel. Es una factura carísima para Ortega», dice Dora María Téllez, exguerrillera y hoy disidente del FSLN. Ambos se casaron por la Iglesia en 2005, ante la campaña electoral que les devolvería al poder. Los siete hijos que han tenido controlan negocios del Estado.

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