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El «gobierno feminista» sueco desfila con velo en Teherán

Polémica por la decisión de la ministra de Comercio sueca de aceptar las normas de la vestimenta de la Sharía a cambio de contratos

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¿Cuántas coronas suecas estuvieron en juego en Teherán, para que el gobierno sueco aceptase desfilar con velo ante el presidente Rohani? Esa es la pregunta que se hacen muchos tras la decisión de la ministra de Comercio sueca, Ann Linde, de acudir a Teherán acompañada de su gabinete femenino para firmar varios acuerdos con la república islámica. «No veo contradicción entre nuestra política de derechos humanos y la comercial», se justificó la ministra sueca, una de las tres mujeres del Gabinete responsable de «vigilar la agenda exterior feminista del Gobierno sueco».

Para más inri, Linde acudió a la firma de los acuerdos en Teherán rodeada de mujeres de su equipo ministerial, forzadas a posar con gesto grave ante las cámaras con sus velos, chadores y abrigos junto al presidente Rohani.

La decisión ha levantado críticas en la oposición sueca y entre las Ong que luchan en favor de los derechos humanos en los países de mayoría musulmana. «Las políticas feministas europeas son unas hipócritas», escribió en su página de Facebook la activista iraní Massih Alinejad. «Apoyan a las musulmanas europeas que quieren usar velo y están en contra de que el gobierno francés prohiba el burkini en la Costa Azul, pero cuando se trata de Irán, ahí solo les les preocupa el dinero».

La doble vara ética de medir se aplica también a las recientes críticas de ministras suecas a la Administración Trump. Hace unos días, la viceprimera ministra sueca, Isabella Lovin, publicó una dura diatriba contra el presidente norteamericano en el diario izquierdista británico The Guardian, en la que abogaba también por un «liderazgo feminista fuerte en el mundo».

Aunque el velo se ha convertido en uno de los signos distintivos del islamismo, las normas patriarcales que impone el régimen fundamentalista de Irán no discriminan solo a la mujer en materia de vestimenta. Afectan a una larga lista de abusos contra su dignidad y contra la igualdad con el varón: la mujer iraní no puede trabajar ni viajar sin permiso del varón, y el derecho jomeinista les concede exactamente la mitad del valor del hombre (la mujer hereda la mitad de lo que le corresponde al varón, y el juicio de un hombre ante un tribunal equivale al de dos mujeres).

Un gesto de valentía del gobierno sueco -por ejemplo, el rechazo a viajar a Teherán bajo esas condiciones, o al menos la decisión de minimizar el espectáculo del pase de modelos, con la presencia de colaboradores masculinos en el equipo de la ministra- no habría constituido algo inédito en Oriente Próximo. Arabia Saudí también exige a las altas funcionarias occidentales que acepten el código musulmán de vestimenta, pero el pasado mes diciembre la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, visitó Riad y no se cubrió con velo; una decisión audaz que también tomó el mes pasado la secretaria de Estado de Comercio española, María Luisa Poncela, que viajó a la capital saudí con el séquito de Felipe VI.

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