Corea del Norte «vende» su comunismo de museo

Además de canalizar el comercio con China, la frontera de Dandong genera una industria turística con safaris humanos para ver el país más hermético del mundo

Fusil en ristre, los soldados norcoreanos vigilan la frontera con China en el río Yalu a su paso por Dandong PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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El comunismo de museo, como el que sigue rigiendo en Corea del Norte, «vende» . Y también se vende. Aunque el régimen estalinista de Pyongyang mantiene su férreo control sobre la economía, lleva años consintiendo ciertos negocios privados que permiten la supervivencia de la población tras el colapso del sistema estatal de distribución de comida durante la Gran Hambruna de los años 90. Después de aquella catástrofe, que se cobró entre 300.000 vidas según el Gobierno y hasta dos millones a tenor de algunas ONG, los norcoreanos han aprendido a buscarse la vida por sí mismos.

Pagando una pequeña penalización a la empresa estatal donde trabajan, los obreros pueden ausentarse de sus puestos y dedicarse a sus negocios. Básicamente, estos consisten en llegar hasta la frontera con China para comprar o cambiar ciertos artículos que luego venden en sus lugares de origen. En Corea del Norte, donde cualquier desplazamiento está severamente restringido, todos estos movimientos se efectúan a través de sobornos a los soldados y a las autoridades. Mientras más alto sea el cargo al que se unta, más despejado está el camino.

En plena frontera del río Yalu, los pescadores norcoreanos venden a los turistas chinos artículos locales, como tabaco y "ginseng", mientras los soldados hacen la vista gorda sobornados ABC

«Los norcoreanos traen cobre, hierro, ˝ginseng˝ y otros productos que interesan en China y nosotros les damos ropa, arroz, aparatos electrónicos, bicicletas y motos», explica a ABC uno de estos contrabandistas, apellidado Liang. Con contactos con las autoridades y con los grupos norcoreanos en Dandong, puede cruzar la frontera sin necesidad de pasaporte para acudir a estos mercados de estraperlo donde se comercia con todo tipo de artículos mientras los militares hacen la vista gorda.

Aunque China ha reforzado la vigilancia y reducido sus importaciones como represalia por las constantes provocaciones de Kim Jong-un, no hay nada que no se pueda conseguir con dinero. Y más en regímenes autoritarios como el chino o el norcoreano, donde el poder político y el económico están íntimamente unidos .

Además de permitir el paso de mercancías por la frontera, los sobornos abren el camino a las redes de desertores exiliados en Corea del Sur que envían dinero e información a sus familiares y amigos, e incluso sacan del Norte a quien quiere huir y puede costeárselo. Pagando hasta 10.000 euros, no solo salen del país muchos desertores, sino que también entran los «pen drive» que contienen información crítica con el régimen y películas extranjeras, ya que son fáciles de ocultar por su pequeño tamaño.

El misterio de un país hermético

Además de estas «relaciones», la frontera chino-coreana ha propiciado una industria turística que usa como reclamo el misterio que rodea al país más hermético y aislado del mundo. Desde 50 hasta más de 1.000 yuanes (desde 6 hasta más de 128 euros), en la parte china se ofrecen travesías en barco o lancha por el río Yalu que entran en aguas norcoreanas . A pocos metros de la orilla, estos safaris humanos permiten ver a los soldados patrullando con sus fusiles en ristre y a los campesinos trabajando en marchitas plantaciones de maíz o lavando la ropa en el río por falta de agua y electricidad.

Las lanchas de turistas chinos se acercan a pocos metros de la orilla norcoreana en la frontera del río Yalu, cerca de Dandong ABC

La fuerte vigilancia militar y las humildes casas y ropas de los campesinos deben de recordarle a los turistas chinos cómo era su país hace cincuenta años. Es decir, el atraso frente al progreso que ha traído su apertura al capitalismo. «Venimos desde la capital provincial, Shenyang, porque queríamos ver Corea del Norte de cerca», dice Peng Mei, una joven turista que viaja con su novio en una de estas excursiones.

Como el dinero manda, incluso en dichas travesías por la orilla norcoreana se pueden hacer compras. En medio del río, los pescadores locales ofrecen todo tipo de «souvenirs», desde tabaco norcoreano hasta «ginseng» pasando por vasos de «sochu» (el licor nacional) y sellos del régimen. Todo se vende al mismo precio: 100 yuanes (12 euros), ya que la mayor parte del dinero acaba en los bolsillos de los soldados que miran para otro lado ante este tipo de comercio.

En el paseo fluvial de Dandong, frente al Puente de la Amistad que une con la ciudad norcoreana de Sinuiju, los puestos ambulantes ofrecen colecciones de billetes del régimen y hasta los pines con las efigies de los líderes: Kim Il-sung y Kim Jong-il, el abuelo y el padre del actual dictador. Su bajo precio, solo 10 yuanes (1,2 euros), hace sospechar que no son más que copias hechas en China. Pero, falso o no, lo importante es que el negocio marche y no cabe duda de que Corea del Norte, con su anacrónico comunismo, «vende».

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