Un hombre sujeta la bandera de Texas durante el circuito de Austin
Un hombre sujeta la bandera de Texas durante el circuito de Austin - reuters

Texas, inalcanzable para los demócratas

El mayor intento para acabar con 20 años de dominio republicano apunta al fracaso

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Desde que el año pasado Wendy Davis se calzó sus deportivas rosas y salió a la palestra del Senado estatal de Texas, donde habló más de doce horas seguidas para impedir la tramitación de una ley que restringía el aborto promovida por los republicanos, la rubia política texana era una esperanza entre los demócratas de Estados Unidos. Por fin parecía haber surgido alguien capaz de comenzar a darle la vuelta a veinte años de absoluto dominio republicano en Texas.

Davis se presenta a gobernadora en las elecciones de este martes en EE.UU. Su contrincante es el republicano Greg Abbott, hasta ahora fiscal general de Texas. Si la demócrata arrancó con fuerza, en estos momentos las encuestas llegan a dar a Abbott una ventaja de hasta 16 puntos.

La duda ya no es si Texas cambiará de color, sino si Davis continuará intentando el giro, confiando en el constante aumento de la población hispana, o si habrá acabado su carrera política como otros candidatos previos.

Uno de los puntos de inflexión de la campaña fue el spot publicitario lanzado por Davis en el que acusaba a Abbott de hipócrita por cuestionar la facilidad con la que los ciudadanos plantean demandas, mientras él mismo presentó una en 1984 por habérsele caído un árbol encima cuando había salido a correr. Abbot recibió 10,7 millones de dólares de compensación por haber quedado condenado a una silla de ruedas. El anuncio fue considerado de mal gusto a ambos lados del espectro político.

Texas es el territorio de EE.UU. en el que por más tiempo los demócratas han quedado fuera de los cargos electos de ámbito estatal. Desde que en 1998 terminó el mandato del último gobernador demócrata, cediendo el puesto a George W. Bush, todos los electos han sido republicanos.

Además, está el hecho de que desde 1980 en el «estado de la estrella solitaria» siempre ha ganado el candidato republicano a la Casa Blanca. En las presidenciales, Texas tiene 38 votos electorales, solo por detrás de la demócrata California, que cuenta con 55. Si los demócratas rompieran la adscripción política de Texas, podrían bloquear el acceso de los republicanos a la Casa Blanca por un cierto tiempo.

Para eso, los demócratas confían en el crecimiento de la población hispana, más inclinada hacia ellos. De los 26,4 millones de habitantes que tiene Texas, el 38,4% -unos diez millones- son hispanos. Se calcula que hacia 2023, los latinos serán el grupo étnico mayoritario del estado.

Pero al cambio demográfico no le está siguiendo el político. Porque entre los hispanos hay muchos ilegales, un bajo porcentaje se registra para votar y existe un fuerte componente de población menor de 18 años. Además, en estas elecciones se constata un desencanto de los hispanos con el presidente Barack Obama por no haber sacado adelanta la reforma migratoria.

Un sondeo publicado el domingo por la cadena ABC y «The Washington Post» indica que el descenso del apoyo al presidente ha sido mayor -19 puntos- entre los hispanos: ahora le ve de modo favorable el 50%, y desfavorablemente el 43%, cuando en enero esas cifras eran 69-28, respectivamente.

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