Pintura de una familia gitana española, 1853
Pintura de una familia gitana española, 1853 - Bibliotekar.ru

El Marqués de la Ensenada, el ministro de Fernando VI que quiso exterminar a los gitanos españoles

Se autorizó el genocidio en el verano de 1749. En un mismo día fueron apresados unos 9.000 gitanos

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A vueltas con las calles madrileñas, Manuela Carmena ha recibido en fechas recientes un escrito del abogado José Luis Mazón –conocido defensor de «causas perdidas» y quijotescas– para cambiar el nombre de la calle dedicada a Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, vía situada en pleno centro de la capital, junto al Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial. Según asegura Mazón a ABC, hasta el momento no ha obtenido respuesta del Ayuntamiento.

El escrito está basado en un estudio del catedrático de Historia Moderna de la Universidad de La Rioja José Luis Gómez Urdáñez, publicado el pasado marzo en la revista Historia de National Geographic. Su principal argumento es que el marqués fue un genocida que intentó extinguir el pueblo gitano al poner en marcha en 1749 un plan para acabar en España con esta etnia.

Un reformador de la Administración y la Hacienda

A vueltas con los personajes históricos: ¿quién era el Marqués de la Ensenada y por qué tiene una calle en la capital? Zenón de Somodevilla y Bengoechea (1707-1781) procedía de una familia de hidalgos riojanos con pocos recursos. Tuvo que abrirse así camino en la política desde muy abajo. De la mano de José Patiño, secretario de Estado de España durante el reinado de Felipe V, fue escalando puestos en la administración naval. Sus reformas y las de Patiño pusieran las bases para la reconstrucción de la Marina española. Un sueño de modernización que daría con sus huesos en la batalla de Trafalgar, al final de ese mismo siglo.

Asimismo, Zenón de Somodevilla destacó como militar durante la conquista de Orán, de 1732, y en la Guerra de Sucesión polaca, a causa de las cuales, y por recomendación del futuro Carlos III, sería nombrado por Felipe V Marqués de La Ensenada en 1736.

Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, por Pierre Jouffroy
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, por Pierre Jouffroy - Wikimedia

Si bien ejerció diversos cargos ya en tiempos de Felipe V, su carrera política se desarrolló sobre todo en el reinado del hijo de este Rey, Fernando VI, quien continuó con las reformas borbónicas de su padre. El marqués impulsó desde posiciones conservadoras un programa de reformas en todos los ámbitos. De carácter activo, inteligente, enérgico, responsable y muy autoexigente, el noble riojano ejerció su influencia en los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III, y ocupó prácticamente todas las carteras existentes.

La Ensenada ideó la llamada escuadra del Tajo, una flotilla de falúas reales inspirada en la música acuática de Händel

Más allá de sus habilidades política, La Ensenada se valió de sus encantos y de sus famosas fiestas cortesanas, en las que invitaba a lo más granado de Madrid, para conservar el favor de los reyes. También era famoso por el mecenazgo cultural. Dirigió en personas varias excavaciones arqueólgicas en el barrio del Albaicín, Granada. Además, junto al gran castrati italiano, Farineli, La Ensenada ideó la llamada escuadra del Tajo, una flotilla de falúas reales inspirada en la música acuática de Händel que el cantante italiano había presenciado en su estancia en Inglaterra. Esta iniciativa permitió a los monarcas y a los noble navegar entre música las aguas del río Tajo a su paso por el Real Sitio de Aranjuez.

El salvaje plan contra los gitanos

En el cenit de su poder, Ensenada vislumbró un plan para «exterminar tan malvada raza», como definía a esta etnia en sus cartas, y lo llevó a cabo el 30 de julio de 1749. Como recuerda José Luis Gómez Urdáñez en sus textos, la situación de los gitanos ya había sido abordado por otros monarcas a través de leyes represivas. Las leyes contra el nomadismo, que venían de los Reyes Católicos, obligaban a los gitanos a que se avecinaran en las ciudades y permitía castigar a los jóvenes que vagabundeaban con penas de cárcel y de alistamiento forzoso. Una Pragmática de los Reyes Católicos en 1499 afirmaba:

Retrato del rey Fernando VI de España (1713-1759)
Retrato del rey Fernando VI de España (1713-1759) - Museo del Prado

«Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos... que vivan por oficios conocidos... o tomen vivienda de señores a quien sirvan... Si fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores, juntos... que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos, y por la segunda vez que les corten las orejas, y estén en la cadena y los tomen a desterrar como dicho es...»

La legislación se endureció en 1745 con una Real Cédula ampliando la pena de muerte, reservada hasta entonces a los gitanos «acuadrillados» sorprendidos con armas de fuego, a los «encontrados con armas o sin ellas fuera de los términos de su vecindario». «Sea lícito hacer sobre ellos armas y quitarlos la vida», apuntaba el texto. Lo que descubrieron las autoridades, para decepción del marqués, es que la mayoría de los gitanos ya estaba avecindados y en proceso de integrarse en sus comunidades.

El marqués omitió los informes en defensa de esta comunidad y al año siguiente le expuso a Fernando VI su plan definitivo: «Luego que se concluya la reducción de la caballería, se dispondrá la extinción de los gitanos». El plan consistiría en censar previamente a los gitanos y, tras localizarlos en cada uno de los pueblos, apresarlos en un mismo día a una misma hora a lo largo y ancho de la península. Tenía visos de «solución final», puesto que se pretendía separar maridos y mujeres para «impedir la generación», es decir, separar hombres y mujeres para que no procrearan. Además, los niños mayores de siete años fueron separados de sus madres para ser enviados con los hombres.

Las consecuencias del genocidio

Fernando VI autorizó el genocidio en el verano de 1749. En un mismo día fueron apresados unos 9.000 gitanos. No obstante, otros tantos consiguieron escabullirse a través de la protecciones de nobles y eclesiásticos, así como con resistencias armadas y huidas. Mientras Ensenada reclamaba que se intensificara la persecución de los huidos, las autoridades de las casas de misericordia se quejaban del hacinamiento y de que los motines eran inminentes. En verdad, el gobierno no sabía qué hacer exactamente con los gitanos apresados. ¿Obligarlos a trabajar en obras y oficios públicos? ¿Expulsarlos del país? ¿llevarlos a América ( Felipe II había prohibido expresamente que viajaran al nuevo continente)? Al final el Gobierno decidió rectificar, si bien no resolvió el problema generado por su reclusión.

Fue desterrado entre 1754 y 1757 en Granada, a consecuencia de una intriga dirigida por Ricardo Walla,

Para cuando llegó el indulto general de 1763, con el ascenso al trono de Carlos III, Ensenada ya había caído en desgracia por otras razones. Fue desterrado entre 1754 y 1757 a Granada, a consecuencia de una intriga dirigida por Ricardo Wall, de origen irlandés pero que nació en Francia. De hecho, en el momento del indulto, ya estaba de regreso para volver a caer tres años después. La instrucción mandó devolverles los bienes embargados, lo que provocó a su vez que las justicias retrasaran las solicitudes de perdón de aquellos con cierto patrimonio.

La resistencia de los gitanos presos, que se negaron en su mayoría a trabajar en los arsenales, y el coste económico de las operaciones disuadieron a las siguientes generaciones de ministros de recurrir a una nueva redada. Eso, a pesar de que otro famoso reformador, el Conde de Aranda, defendió la «aniquilación» de esta etnia años después.

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