FacebookEl despropósito de una serie «histórica»: Catalina de Aragón bailando flamenco en la Corte de los Reyes Católicos

La escena carece de sentido, ya que se cree que el género flamenco surgió a finales del siglo XVIII en ciudades y villas agrarias de la Baja Andalucía

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La miniserie «The White Princess», emitida por el canal HBO y producida por Starz, cuenta la historia de las Guerras de las Rosas de Inglaterra desde las perspectiva de las mujeres involucradas. Al igual que su precuela, «The White Queen», esta miniserie tiene uno de sus puntos fuertes en la documentación histórica y en cierta fidelidad respecto a los hechos narrados de esta guerra entre la casa de York y la de Lancaster. Al menos hasta el capítulo seis. La imagen de una Catalina de Aragón y sus cortesanos bailando flamenco enloquecidos en la Corte de los Reyes Católicos ha lanzado por la borda el trabajo de documentación acumulado desde hace años.

El capítulo en cuestión recrea un encuentro en la Alhambra (si bien, la escena está grabada en el Alcázar de Sevilla) entre los reyes ingleses, Enrique VII e Isabel de York, y los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en el que su hija Catalina de Aragón recibe a la delegación inglesa con un baile de aire flamenco, acompañada por un grupo de nobles.

La trama se hace eco de las negociaciones históricas por las cuales Catalina de Aragón fue sucesivamente prometida con dos hijos de Enrique VII e Isabel de York, Arturo (fallecido a temprana edad) y Enrique (futuro Enrique VIII).

La escena carece de cualquier sentido ya que se cree que el género flamenco no surgió hasta finales del siglo XVIII en ciudades y villas agrarias de la Baja Andalucía, destacando el barrio de Triana (Sevilla). Asimismo, el flamenco fue durante mucho tiempo un baile vinculado al pueblo gitano, llamados «egipcianos» en el siglo XV, y cuya entrada en la Península Ibérica se data en torno a 1425. El hecho de que los monarcas asumieran la música y las danzas de este pueblo recién llegado es un imposible. En tiempos de los Reyes Católicos, las autoridades dieron a los gitanos un plazo de dos meses para que tomaran un domicilio fijo, adoptaran un oficio y abandonaran su forma de vestir, sus costumbres y su idioma, bajo pena de expulsión o esclavitud. Aquellos que se negaron o no pudieron encontrar vivienda quedaron tipificados como «vagabundos» y en una pragmática de los Reyes Católicos fechada en 1499 quedaron estipulados sus castigos:

«Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos... que vivan por oficios conocidos... o tomen vivienda de señores a quien sirvan... Si fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores, juntos... que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos, y por la segunda vez que les corten las orejas, y estén en la cadena y los tomen a desterrar como dicho es...».

Los españoles son morenos, ¿nunca rubios?

Por otro lado, cualquier parecido entre la niña que interpreta a la joven infanta y las descripciones del periodo es pura coincidencia. De aire moreno y raíces «moriscas» aparenta la niña en la ficción... En este sentido, el cine anglosajón ha tendido a retratar a Catalina como la belleza hispánica y morena que se vio solapada por la exuberancia sajona de Ana Bolena, la mujer que años después llevaría a Enrique VIII a divorciarse de su esposa. Y nada más lejos de la realidad. Catalina era de facciones rubias y delicadas, hermosa a pese de que los sucesivos embarazos castigaron su aspecto; mientras que Ana Bolena, educada en Malinas y París, tenía ojos oscuros y cabellos negros.

Además, el personaje de la Reina Isabel es interpretado por Rossy de Palma, cuyos rasgos tampoco coinciden con lo que los cronistas dejaron escrito sobre aquella Monarca: «Muy blanca y rubia, los ojos entre verdes y azules, cara hermosa y alegre, mirar gracioso y honesto».

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