El célebre crimen que inspiró a Agatha Christie para el «Asesinato en el Orient Express»

La dama del misterio se basó en el secuestro y la muerte del hijo del aviador Charles Lindbergh en 1932

William Allen y Orville Wilson descubrieron el cuerpo sin vida del hijo de Charles Lindbergh ABC
Mónica Arrizabalaga

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Un tren atrapado en la nieve y un crimen que solo un detective con la sagacidad de Hercules Poirot logrará resolver. El « Asesinato en el Orient Express » que vuelve a las pantallas de cine de la mano de Kenneth Branagh es ya un clásico que muchos recuerdan bien por haberse leído la novela de Agatha Christie o por la popular película que dirigió en 1974 Sidney Lumet con Albert Finney, Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Sean Connery y Anthony Perkins de protagonistas. Lo que quizá ignoren es que la escritora británica se inspiró en un caso real para tejer la trama que se desarrolla en el glamuroso Orient Express.

Cuando Agatha Christie escribió esta novela en el hotel Pera Palace de Estambul en 1934, aún no se había dado con el autor del que fue considerado como el «Crimen del siglo» en Estados Unidos. El secuestro del hijo del aviador Charles Lindbergh , el héroe que logró cruzar el Atlántico en un vuelo sin escalas a los mandos de «El espíritu de San Luis», conmocionó a la sociedad a uno y otro lado del Océano. Los españoles siguieron el caso a través de las páginas de ABC , El Sol, el Heraldo de Madrid, el diario Ahora o La Libertad, entre otros periódicos, desde que saltó la noticia.

Cartel de búsqueda WIKIPEDIA

El pequeño Charles Augustus Lindbergh tenía solo 20 meses cuando fue raptado de su cuna en la noche del 1 de marzo de 1932. La niñera del primogénito de los Lindbergh entró en la habitación del niño hacia las diez la noche y descubrió la cuna vacía. Betty Gow corrió a alertar al aviador y a su mujer, Anne Morrow, que se encontraban en la planta baja de la casa en el campo que la familia tenía en Nueva Jersey. En el alféizar de la ventana de la habitación los secuestradores habían dejado una nota en la que pedían un rescate de 50.000 dólares por el niño.

Al poco se descubría una tosca escalera en los alrededores y otra nota de los raptores en la Oficina de Correos que decía: «Su hijo está sano y salvo y se encuentra en un sitio seguro. Se le enviarán instrucciones, a las cuales deberá atenerse, obrando de acuerdo con ellas si quire que el niño vuelva a sus brazos».

Todo el país se volcó en la búsqueda del pequeño Carlitos, como fue llamado en España. La Policía de Nueva Jersey, el FBI.. hasta Al Capone ofreció desde prisión 10.000 dólares a quien facilitara cualquier información que llevara a encontrar al hijo de Lindbergh.

Blanco y Negro

Pasados unos días sin noticias del niño, sus desesperados padres contrataron a detectives privados que llegaron a entablar conversaciones con un tal «John», al que entregaron la suma pedida por el rescate. Pero todo fue inútil.

Setenta y cinco días después del secuestro, el cuerpo de Carlitos fue hallado por azar en un camino, a unos seis kilómetros de la casa de los Lindbergh. El propio aviador tuvo que reconocer el cadáver de su hijo, en avanzado estado de descomposición.

El forense determinó que el niño llevaba dos meses fallecido a consecuencia de un fuerte golpe en la nuca. ¿Cayó desde la tosca escalera de cuerdas que utilizaron en su rapto o fue golpeado por sus secuestradores? Nunca quedó aclarado.

El caso impulsó la aprobación de la Ley Federal de Secuestro, más conocida como Ley de Lindbergh, que se firmó en junio de 1932.

Las investigaciones se centraron en el personal que trabajaba en la casa de los Lindbergh. Se interrogó con insistencia a una de las sirvientas, Violet Sharp , que se mostró nerviosa. Días después se suicidó con un veneno. La Policía concluyó posteriormente que no había estado involucrada.

Búsqueda de pistas en Nueva Jersey ABC

Las pesquisas llegaron a un punto muerto hasta que dos años más tarde, un carpintero alemán de 35 años llamado Bruno Hauptmann pagó en una gasolinera de Nueva York con uno de los billetes numerados que se utilizaron en el frustrado rescate. Hauptmann fue detenido y en el garage de su casa se hallaron escondidos otros 15.000 dólares de la misma procedencia.

El juicio al «hombre más odiado del mundo» se celebró entre enero y febrero de 1935. Pese a las múltiples dudas que surgieron sobre su culpabilidad, fue sentenciado a la pena capital. Murió en la silla eléctrica el 3 de abril de 1936 . Hasta el último momento defendió su inocencia.

Charles Linbergh declara como testigo en el juicio contra Hauptmann WIKIPEDIA

Agatha Christie ideó otro final para el culpable del secuestro del pequeño en su novela «Asesinato en el Orient Express». Cuando escribió el libro, aún no había sido arrestado y ajusticiado Bruno Hauptmann y la «reina del crimen» lo imaginó como un rico norteamericano que se hacía llamar Ratchett . El hallazgo de su cadáver con doce puñaladas en el compartimento del tren contiguo al de Hercules Poirot embarcaría al célebre detective en uno de sus casos más conocidos.

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