Alimentación sana

Trucos infalibles para no poner en riesgo tu dieta si vas de restaurantes

Una experta en nutrición detalla cómo afrontar este tipo de comidas cuando la fuerza de voluntad flojea ante la tentación

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Días que parecen más largos por la luz del sol, el calor o la cercanía de las vacaciones invitan, sin duda, a pasar más tiempo fuera de casa. Son fechas en las que es más habitual salir con amigos y familiares a comer o cenar a alguna terraza fresquita o a refugiarse bajo el aire acondicinado de un restaurante.

A veces, la frecuencia en este tipo de salidas supone poner a prueba la fuerza de voluntad propia cuando se llevan varias semanas intentando mantener una dieta equilibrada y saludable. ¿Cómo lograr no sucumbir a la tentación? ¿Debo renunciar a salir con mis amigos a cenar?

Lejos de tomar decisiones drásticas, no se puede negar que la fuerza de voluntad juega un papel muy importante, pero si no es una de nuestras virtudes hay que aplicar el sentido común.

En este sentido, Magda Carlas, doctora del departamento de Nutrición de la Clínica Eugin de Barcelona, explica una serie de trucos para ir de restaurantes y no poner en riesgo la operación bikini.

—Hay que llegar al restaurante con un apetito razonable. Es muy conveniente que no hayan pasado muchas horas desde la última ingesta porque cuando el estómago está vacío es más fácil caer en la tentación de pedir platos con un alto contenido calórico y con mucha grasa. Cuanto más tiempo haya pasado el comensal sin comer, más fuerza de voluntad deberá poner al elegir un plato equilibrado. ¡Sentido común!

—Lo primero que hay que hacer al sentarse en la mesa, incluso antes de que nos den la carta, es pedir un vaso de agua y si es con gas mejor —sobre todo si después se va a tomar vino—. Es muy importante para calmar el impulso del hambre. También se puede optar por un zumo de tomate o un gazpacho.

El pan sobre la mesa es para algunos una verdadera amenaza, sobre todo si tarda mucho en llegar la comida. Lo mejor es elegir el integral y, a ser posible, no mojarlo en el aceite o mantequilla que suelen poner para acompañar. Si se va a comer pasta o arroz, el pan es mejor apartarlo.

—Si hay mucho apetito, es recomendable empezar por pedir el segundo plato —una pechuga de pollo, un pescado...—, ya que la proteína tiene mayor poder saciante que una ensalada que se pueda pedir para empezar.

La ensalada no es mala opción para un primer plato, pero siempre que se tenga cuidado con los ingredientes que lleva y las salsas con las que va condimentada. De nada sirve pedirla, si no se quieren ganar kilos, si lleva pollo rebozado, picatostes de pan, bacon o salsa rosa, César... que pueden llegar a suponer tantas calorías como un primer y segundo platos juntos.

—Cuando una ensalada, carne o pescado lleve salsa, siempre hay que pedirla aparte para que cada uno pueda echarse según su deseo de cuidarse más o menos porque si ya llega a la mesa servida de la cocina, normalmente no solemos quejarnos y acabamos comiéndonos lo servido, con lo que ello supone en nuestro objetivo.

Las guarniciones son otro punto de disputa interna —«¿me pido esas patatitas que acabo de ver, sí no, sí no... o unas berenjenas a la plancha?— cuando de lo que se trata es de cuidarse, ya que la mayoría de ellas suelen ser altamente calóricas o grasientas. Antes que unas patatas fritas es mejor una asada, pero sin la matequilla, aunque mejor pedir verdura. No obstante, llegados a este punto es importante valorar y ser consecuentes para buscar un equilibrio. Todo depende del esfuerzo que estemos dispuestos a realizar y de los objetivos de los kilos marcados a perder. Es decir, si de primer plato, por ejemplo, se ha optado por unos espárragos a la plancha o un gazpacho, tomar unas patatas de guarnición en el segundo plato tampoco debe ser un drama. Pero, si de primero se ha tomado un plato fuerte de pasta, arroz o legumbres, mejor dejar las patatas de guarnición para otro día.

—De segundo plato casi siempre es mejor un pescado que una carne, porque resulta más ligero. Se puede elegir mejillones al vapor, gambas a la plancha, sepia... para salir de la típica merluza. Otra cosa es que se pidan calamares a la romana o tempura de pescado que, en este caso, llevan mucho aporte calórico.

—Uno de los grandes errores es prestar mucha atención a los alimentos y no darse cuenta de que el alcohol también engorda. Y mucho. Cuidado con los restaurantes en los que te sirven la copa sin darte cuenta porque es fácil perder la cuenta de las copas que se han tomado, sobre todo si se va con un grupo numeroso de amigos. Lo mejor es tener al lado un vaso de agua e ir intercalando para rebajar los efectos del alcohol y para, además, evitar calorías.

El postre es uno de los momentos cumbre en ese duelo de titanes entre lo que te apetece comer y lo que debes hacer. Si de verdad no quieres coger peso, lo mejor es olvidarte del postre. Si la tentación es muy grande, una buena fórmula es pedir un helado o un flan, que son más ligeros. Y, si la tentación es aún mayor, y la fuerza de voluntad flojea ante una estupenda tarta de chocolate, lo mejor es pedirla para compartir, o solo la mitad con un poco de helado.

El chupito típico de después de comer es muy calórico, sobre todo cuanto más dulce es y, además, enlantece la digestión. Mejor no tomarlo, o solo probarlo, y pasar directamente a pedir una infusión.

Esta especialista apunta que «si eres capaz de controlarte con la comida tienes la capacidad de sentirte libre», ya que resultará más fácil probar de todo sin excesos «poniéndote tus propios límites ajustados a tus objetivos de peso corporal». «La relación con la comida debe ser de buenos hermanos, solo que uno debe ser el mayor: tú», concluye.

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