«Si elogiamos los logros de un niño le estamos creando la necesidad de aprobación externa»

Cristina Tébar es autora del libro «Montessori en casa»

MADRID Actualizado: Guardar
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Cristina Tébar es una madre que llegó al método Montessori por casualidad. Después de tener a su primer hijo, se puso a investigar por internet. Y aunque parezca mentira, lo que le dio la clave estaba en Pinterest. «Allí empecé a ver materiales y objetos que me llamaron poderosamente la atención». Y así conoció el método creado por María Montessori.

Cristina explica que este sistema pedagógico, aunque parece centrado en la primera etapa vital del niño, «también abarca la primaria y la secundaria». Apunta que llevar esta educación en casa es complicado porque, entre otras cosas, no se tienen todos los recursos con los que cuenta un colegio, y además muchas veces no se posee la preparación para ser un guía para los niños.

por eso, para los padres que quieren seguir estos pasos en su hogar, escribió este libro: «Montessori en casa, el cambio empieza en tu familia».

Tébar afirma que «esta pedagogía que nace de una gran fe en los niños, y de la convicción de que si hoy les damos las herramientas necesarias para convertirse en personas íntegras, mañana estarán preparados para construir un mundo mejor».

La autora del libro es una firme defensora de este estilo educativo, del que llama mucho la atención el sistema de recompensas y halagos. O más bien la ausencia de estos: «No quiere decir que a un niño no se le reconozca cuando ha hecho algo correcto, más bien se tiende a reconocer el esfuerzo que ha costado y el trabajo que ha llevado hacerlo» «Montessori es una pedagogía constructivista, no conductista. El niño va creando su disciplina interna para hacer las cosas bien. Lo que se pretende es que el pequeño obtenga satisfacción propia. Que no haga las cosas esperado el elogio o el reconocimiento. Creemos que a largo plazo es mucho más positivo». Tébar añade que cuando un niño nos cuente o enseñe algo que ha hecho solo es mucho mejor «orientar las preguntas al esfuerzo y al trabajo. Hacerle preguntas sobre el logro».

Para explicar esta forma de educar Tébar afirma que «el hecho de elogiar a los niños nos puede parecer positivo inicialmente, porque nos da la falsa impresión de que estamos fomentando en el niño la autoestima y la confianza en sí mismo. Pero si nos paramos a pensarlo con detenimiento en seguida nos daremos cuenta de que, a largo plazo, el efecto puede ser precisamente el contrario; estamos creando en el niño una necesidad de aprobación externa de la que va a depender el resto de su vida para valorar si su trabajo es bueno. Estamos eliminando su capacidad de auto-motivación, tal y como lo confirman varios estudios. ¿Cómo va a sentirse satisfecho con su trabajo si no es capaz de valorarlo por sí mismo?»

Por otro lado, «si un niño no quiere obedecer o realizar un tarea que tiene encomendada, uno de los recursos que utiliza Montessori para no caer en el castigo es el de la consecuencia», explica Cristina Tébar. «Aunque antes de llegar a este extremo al niño se le han ofrecido soluciones y alternativas para que realice el trabajo, (la consecuencia es lo último, advierte la experta)». Hay que explicarle que pasa si no ejecuta lo que se le ha pedido. «Claro que siempre hay que tener en cuenta la edad del niño, porque si es muy pequeño, explicarle los resultados a largo plazo puede no causarle efecto».

Otro de los conceptos que manejan los adeptos a este sistema educativo es de normalización. Cristina explica que «a pesar de las connotaciones negativas que puede parecer que acarrea este término, para María Montessori la normalización es el proceso por el cual el niño abandona todos los comportamientos negativos y adquiere comportamientos positivos de una manera espontánea y sin esfuerzo». Este sistema deja al pequeño mucha libertad, «pero marcando unos límites que básicamente son el respeto a los demás y al entorno».

Tébar finaliza puntualizando: «La autoridad en este sistema no es tan jerárquica. El adulto tiene responsabilidad pero no está por encima del niño. Los pequeños tienen que sentir que son dueños de sus decisiones. Hay que otorgarles capacidad de resolución dentro de su edad y su capacidad».

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