Padres e hijos

Razones por las que los castigos no son eficaces

Castigar no es una fórmula educativa y tiene efecto negativos a medio y largo plazo

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Aunque muchos padres no lo quieran reconocer —porque cada vez está peor visto— recurren a los castigos cuando sus hijos se portan mal o no cumplen con la orden que se les ha dado.

Las razones por las que deciden castigar son varias:

—Porque es una medida efectiva a corto plazo para acabar cuanto con un conflicto.

—Además aporta a los progenitores una sensación de autoridad y de poder sobre los niños cuando son desobedientes.

—A los padres no les implica ningún esfuerzo aplicar un castigo. Basta con lanzar una frase para dar, «en principio», por zanjado el asunto o discusión.

—En la mayoría de los casos supone, además, un recurso que la mayoría de los padres actuales han aprendido de pequeños, cuando sus propios padres también les castigaban ante un mal comportamiento.

No es una medida educativa

El castigo supone una sanción ante una conducta que no es adecada: si un niño no recoge sus juguetes, se le catiga sin ver la tele. Esta actitud, según los expertos en educación, no es adecuada, puesto que supone la supresión temporal de un privilegio. «No es una medida educativa. No enseña nada positivo al niño y mucho menos a que sea autoresponsable de sus acciones. Es simplemente una sanción», explica Cristina García, pedagoga, orientadora familiar y terapeuta gestal de Edukame.

Según esta experta, actuar así no enseña a los hijos a regular las emociones, sólo a sentir rabia y miedo. El niño lo único que quiere es satisfacer su deseo y, al no verlos cumplidos por una imposición de sus padres, tampoco está aprendiendo qué comportamiento debía haber tenido, pero sí daña su autoestima al sentirse infravalorado «pisoteado» por la decisón de los mayores ante él.

Por todo ello, Francisco Castaño, profesor y autor de varios libros –el último «Aprender a educar 2»– recomienda no recurrir a la fórmula fácil del castigo. «Es mucho mejor para todos aplicar medidas educativas. Es decir, al niño hay que avisarle antes de las consecuencias de una mala acción: “si no sueltas el mando de la tele, mañana no ves dibujos animados”. De esta forma, el niño ya está avisado. En el caso de que no lo deje, lo mejor no es entrar en una discusión que no llevará a ninguna parte. Lo correcto es informarle: “mañana no podrás ver dibujos”, y alejarse, dejarle tranquilo y seguir con la rutina habitual del día, sin rencores o malas caras. De esta forma, se ha dejado al niño en la opción de decidir sobre su comportamiento».

Con ello se logra que el niño asuma al día siguiente las consecuencias de sus actos. «Se enfadará mucho cuando llegue su intención de ver la tele y no pueda –añade Cristina García–. Aprenderá que fue él el que lo decidió por su actuación. Tendrá su derecho a enfadarse, pero no tendrá más remedio que asumir su frustración por no obedecer la primera vez».

Lo padres no deben dar por ganada la batalla. Deben tener paciencia y porque seguramente habrá sucesivas ocasiones en que se quede sin ver los dibujos por no querer de nuevo dejar el mando. «No importa –insiste la pedagoga de Edukame– a medio o largo plazo se logrará que el niño asuma las normas y será autoresponsable».

Francisco Castaño añade que las consecuencias deben ser inmediatas y a la medida de la edad del niño. También recomienda no usar nunca la palabra castigo, sino “consecuencia” porque el niño asocia el castigo con “venganza”. «Poco a poco lo asimilará. No es sencillo, pero cuanto antes empiecen los padres a aplicar esta técnica antes lograrán mejorar la educación de sus hijos, lo que les facilitará su desarrollo porque la vida está llena de consecuencias: “si no trabajo, no cobro”; “si me salto un semáforo, tengo una multa...”».

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