Inma Flores
Familia

«Nadie se levanta una mañana y decide ser infiel, eso no ocurre así»

Sara Pérez-Tomé tiene amplia experiencia en todos los ámbitos de la mediación familiar

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Sara Pérez-Tomé es mediadora. Desde su gabinete Sophya, armonía familiar demuestra que su labor va mucho más allá de los divorcios o las herencias. Esta mujer consigue con su trabajo reconciliar a padres e hijos, que las relaciones entre nueras, yernos y suegros fluyan sin problemas y que los adolescentes superen esa etapa de la vida con serenidad y el máximo apoyo de sus padres.

-¿Qué es exactamente un mediador?

Es la figura de un profesional que consigue que los conflictos se resuelvan. Muchas veces no nos damos cuenta de que en un juicio, al final, hay una parte que siempre pierde más que la otra y que de lo que se trata es de no llegar a esta situación.

Esto supone un desgaste emocional bestial y no es bueno para nadie.

-¿Cuál es exactamente su papel?

El mediador simplemente descomprime una situación que, por la razón que sea, esta siendo una lucha de egos con intereses personales que no siempre son económicos. Esos momentos se pueden resolver con inteligencia emocional o con una persona que te ayude.

Un mediador tiene herramientas de control emocional y legales que le ayudan a que pueda repartir entre las partes el conflicto. Una disputa tiene muchas caras, no solo una, lo que pasa es que la gente afectada unicamente ve su parte. Lo que hay que hacer es desarrollar primero la empatía y, luego, que cada una de las partes sea asertivo para definir su opinión. Muchas veces se resuelve con que cada uno se explique bien, positivamente.

Los repartos no los puede hacer una persona muy afectada. Los tiene que hacer una persona fríamente, quitándole pasión. El mediador lo que tiene que conseguir es que, una vez que la persona pide ayuda, se deje ayudar, porque si no, el conflicto seguirá atascado.

-¿El mediador siempre interviene por las dos partes?

Claro, debe ser neutral. Tiene la función de ayudar a todos los protagonistas mientras quieran. Si una de las dos partes deja de querer, queda anulado. En cuantos se quiebra la confianza en el mediador se acabó la mediación.

-Un profesional como usted hace muchas más cosas que divorcios...

Esa es la parte más visible y la más triste, pero también se interviene en división de herencias, de la asignación del tiempo que cada hijo se lleva a la madre en verano, la distribución de unas joyas... Cualquier reparto puede ser un conflicto, pero depende de como estén las partes. Cuando están bien, no hay historia. El problema es cuando uno no está bien o no hay igualdad. Y no la hay principalmente entre las parejas y entre los hermanos.

-En el caso de los hermanos se tiene que lidiar con varias personas...

Lo primero que hay que conseguir es que no intervengan los cónyuges porque tiene que haber libertad, de tal manera que, o hablan ellos, o sus cónyuges. Si la pareja no acata lo que se acuerda, hay un problema. Tiene que haber respeto total de lo que negocien los hermanos en la mesa. Si esos convenios se van haciendo a pasitos, no se debe marcha atrás. Cuando se trata de hermanos está claro que se trata de acuerdos principalmente afectivos. Por eso el mediador es una herramienta de paz y armonía familiar y social.

El hombre no es bueno por naturaleza y, por ello, necesitamos que nos ayuden, necesitamos un mediador que nos haga no ser la peor versión de nosotros mismos, incluso con las personas que queremos. Alguien frío, calculador y a la vez empático para ganarse la confianza de todas las partes sin ser su amigo.

-¿También se media en casos de infidelidad?

Sí. Soy capaz de hacer entender a la gente que una infidelidad no es el fin del mundo, no es un estigma social. Hay que investigar qué ha desencadenado esa situación. Nadie se levanta una mañana y decide ser infiel, eso no ocurre así. Hay un degradamiento de la convivencia, del trato de pareja...

¿Y un divorcio, una separación...?

No solo hay que casarse bien, llegado el caso hay que separase bien. A veces me llegan parejas en tal estado que les digo que deben seguir viviendo juntas, que hagan un proceso de «coaching» y que luego se separen, pero tranquilamente y sabiendo lo que quieren. Si no, los que pierden son los hijos, y de esta manera recuperan el señorío y la paz para separase.

Para cualquier situación importante hay que prepararse. Para lo único que no te puedes preparar es para la muerte fulminante, pero sí se puede hacer un proceso de despedida posterior.

Uno de los conflictos familiares que más ríos de tinta ha hecho correr es el de la relación entre suegras y nueras.

¡Sí, claro! (ríe) Lo peor es encontrarse con una suegra viuda. Suelen considerar que su hijo tiene que ocupar el lugar del marido y cuidarlas. Una suegra siempre estará en el sitio que le permita la pareja y, más importante, el que su hijo le deje. Dicho esto, los problemas que se generen en esta relación deben arreglarse entre hijos y padres, nunca debe intervenir la nuera o el yerno. Y cuando el hijo habla con su madre tiene que hablar en primera persona del plural para que la madre entienda que son decisiones de la pareja, no solo de su hijo.

Para evitar este tipo de problemas no se puede dejar que los suegros te compren (vacaciones, ocuparse de los niños...). Si ellos te dan algo no te puedes quejar, porque no se puede tener todo, hay que elegir: o libertad o ciertas ventajas con condiciones.

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