Familia

«Mi hijo, a día de hoy, lo único que quiere es morirse»

Una madre narra a ABC su desgarrador testimonio sobre lo que es tener un hijo enfermo mental con varios intentos de suicidio

Teresa ofrece su testimonio para acabar con el estigma de las enfermedades mentales y lograr más soluciones Belén Díaz
Laura Peraita

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« Mi hijo nació siendo algo inquieto , pero como en el colegio rendía fenomenal, no nos preocupamos –confiesa Teresa, su madre, que ha decidido contar a ABC su desgarrador testimonio–. La situación se tornó más turbia en la adolescencia cuando comenzó a cambiar continuamente de look, de amigos... , «aunque tampoco nos extrañó en exceso porque todos los jóvenes a estas edades buscan su propia identidad. Aún así, teníamos una pequeña sospecha de que “algo” no iba bien. Con el tiempo nos dimos cuenta de que había síntomas que estaban siendo enmascarados por su adolescencia».

Con 15 años empezó a consumir marihuana durante los fines de semana, en las fiestas. Terminó segundo de Bachillerato con tres suspensos y repitió curso, pero lo sacó sin problemas. A los 19 años decidió estudiar un módulo, pero lo dejó en Navidad. Empezó a trabajar en un almacén durante dos años. «Seguía consumiendo marihuana y alcohol y explicaba que lo hacía para dormir por la noche y estimularse por la mañana para ir a trabajar. Con el tiempo hemos entendido que hacía uso de estas sustancias para calmar algo que tenía ».

En 2012 coincide que fallece su abuelo y que la relación de su hijo con su novia se rompe después de 2 años. «Se vino abajo. Intentó suicidarse en dos ocasiones », recuerda su madre con voz entrecortada. Le llevaron al psiquiatra que, como caso urgente, le citó algo más de un mes más tarde, en diciembre. Le dijo que no tenía nada.

«El psiquiatra insiste en que no tiene nada»

Sin embargo, él se encierra en su agujero, entra en una etapa depresiva en la que sigue trabajando y se automedica con porros y alcohol. En primavera sufrió un brote de manía «que nosotros no identificamos porque la psiquiatra nos dijo que no tenía nada. En mayo, de repente empezó a salir, a cambiar de amigos... Empezamos a ver la luz con su mejoría, pero al llegar el otoño decidió dejar de trabajar y retomar los estudios ».

En esos días, le llegó la notificación de una multa por llevar marihuana hace meses y a él se le cae el mundo encima porque ya no tiene trabajo para pagarla. Decide atajar el problema quitándose la vida. No lo consigue. Le rescata la Policía y le ingresan una noche en observación, pero su psiquiatra insiste en que no tiene nada.

«Aprovechando la llegada de la multa le dijimos que si hacía una rehabilitación para dejar sus adicciones se la quitarían. Le convencimos. Desde abril a noviembre acudió a un centro y se quedó limpio, pero al darle el alta se sintió como perdido y vuelve a consumir».

«Mi hijo no era un sinvergüenza, un mal educado, un vago... ¡Es un enfermo sin diagnosticar!»

El joven ya había cumplido los 22 años. «Nunca le vimos como un enfermo, sino como un sinvergüenza, un mal educado, un vago... Pero cuando regresó a los estudios nos alarmó que en clase empezó a tener manías persecutorias y empezó a consumir más».

El problema se agudizó. «A mí no me dejaban hablar nunca con el psiquiatra porque me decían que como él ya era mayor de edad yo no tenía nada que decir. En España esto es una desgracia. Cuando le ingresaron logré hablar con el psiquiatra y me confirman el terrible diagnóstico: trastorno bipolar, una grave enfermedad mental.

A esta madre, a su marido y a la hermana del joven se les cae el mundo encima. «Su comportamiento no respondía a que era un sinvergüenza, un mal educado o un vago. ¡Mi hijo era un enfermo sin diagnosticar y sin tratamiento! Fue entonces cuando nos explicamos esas depresiones, esas subidas de euforia, sus manías, su obsesión por gastar dinero, consumir de drogas, las adicciones al juego, alcohol, redes sociales ... Mi hijo tiene una patología dual, no es un sinvergüenza», iniste su madre.

«Nos reprocha que si no somos capaces de darle nada que le ayude, por qué no le dejamos ir»

Le pusieron un tratamiento. Comenzó de nuevo un módulo, pero no pudo continuar por sufrir manías persecutorias. Su cabeza le hacía trampas. No encuentraba salida a su vida. Este trastorno no se lo permitía e intenta quitarse de nuevo la vida en octubre y noviembre de 2015. « Cada intento de suicidio es un shock total . Pero comprendes que no soporta esta vida y nosotros, sus padres, no tenemos un alivio para él. Es una desesperanza muy grande. Se pasa mucha angustia, impotencia y miedo de que con el próximo intento de suicidio logre quitarse la vida. Los psiquiatras le ingresan, le dan el alta y vuelve a casa con el mismo problema. Él nos reprocha que si no somos capaces de darle nada que le ayude, porqué no le dejamos ir. Su filosofía es que “si me habéis traído a este mundo y no lo soporto, porqué no me dejáis ir ”. Ciertamente es un callejón sin salida. Yo no puedo venirme abajo porque sino, en vez de un problema, hay dos. Pero no tenemos salida ante esta situación».

«La palabra locura da mucho miedo. Se usa como un insulto o un chiste, pero hay un drama muy grande detrás»

Esta madre solicita más investigación porque, además, hay muchas familias afectadas, pero no quieren decirlo porque les da miedo o vergüenza por el estigma tan grande que existe en la sociedad. La palabra locura da mucho miedo. Se usa como un insulto o un chiste, pero hay un drama muy grande detrás. Yo he llorado cada día porque no entendía qué le pasaba, pero hay que seguir viviendo porque tienes otros hijos y les atiendes hasta donde puedes. Él, a día de hoy, lo único que quiere es morirse. No le hables de que se alimente bien, "¿para qué si lo que quiero es morirme?". No hay aliciente alguno».

Teresa apunta, además, que son necesarias mayores ayudas para estos pacientes sin solución médica y que buscan el suicidio como único remedio. «Recientemente la asociación La Barandilla puso en marcha el teléfono contra el suicidio (910 380 600) . Es un gran paso».

Añade también que el paradigma educativo no está adaptado a estas personas. Afortunadamente sus profesores quisieron ayudarle, pero su cabeza no le permitía concentrarse por pensar que le observaban, le perseguían … «A estas personas hay que ayudarlas. A veces dicen "pues que tenga un trabajo" , pero no pueden. Necesitamos trabajos que se adapten a estas personas porque hay empleos para discapacitados físicos, pero con este tipo de enfermedades mentales necesitan tener en cuenta las depresiones, los brotes… Necesitamos puestos para que se adapten y puedan llevar una vida más normalizada », concluye esta madre coraje.

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