Luis Ojea - CUADERNO DE VIAJE

Expolio y tropelía

Ha sido una canallada haber trasladado al conjunto de la sociedad la factura del agujero del sector financiero

Luis Ojea
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Habrá quien se sienta reconfortado con el ingreso en prisión esta semana de los caciques de la caja pensando que empieza a hacerse justicia, pero el caso de las prejubilaciones millonarias es el chocolate del loro. La sentencia les obliga a devolver poco más de 10 millones de euros. La punta del iceberg del crack del sistema financiero nacional. Los últimos datos certificados por el Tribunal de Cuentas elevan a 60.000 millones la factura del rescate y podría aún incrementarse como consecuencia de la imputación de nuevas pérdidas a los Esquemas de Protección de Activos otorgados a los compradores de las entidades. Ese es el meollo de la cuestión, el error garrafal de haber socializado las pérdidas generadas por la quiebra del modelo de banca pública.

El encarcelamiento de Gayoso y sus secuaces no debe hacernos olvidar una gran verdad sepultada todo este tiempo por toneladas de basura demagógica repetida hasta la saciedad por lo que Friedrich Hayek denominaba «socialistas de todos los partidos». Porque no es cierto que no hubiese alternativa. Siempre la hubo. La banca nunca debió ser rescatada por el sector público. Sus acreedores, subordinados y preferentes, e incluso en última instancia los depositantes, tendrían que haber sido los que asumieran las pérdidas derivadas de sus malas inversiones o de su mala suerte. Lo que los economistas denominan «bail-in» y que ya se ensayó en Austria en base a la nueva normativa europea en la materia. Porque ha sido una canallada haber trasladado al conjunto de la sociedad la factura del agujero del sector financiero.

Las tropelías, los abusos, los desmanes y la manifiesta incompetencia de los exdirectivos de las cajas provocaron la quiebra de las entidades. Eso no está en cuestión. Como tampoco debería estarlo que el expolio definitivo al contribuyente fue una obra más coral, generado también en última instancia por esa errada concepción política que entiende el Estado como responsable universal de todo lo que sucede. Unos finiquitaron un modelo fallido de banca. Y otros magnificaron el impacto de la quiebra, trasladando al conjunto de la sociedad la factura de 9.000 millones que ha costado sanear las cuentas de Novacaixagalicia. Una enorme equivocación de la que afortunadamente Europa ya ha aprendido. Lo dramático es que aquí haya partidos que se nieguen a ver la evidencia e incluso se atrevan a seguir preconizando la reimplantación de la banca pública.

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