Un hombre realiza una pintada en una de las calles afectadas por la paralización de El Cabanyal
Un hombre realiza una pintada en una de las calles afectadas por la paralización de El Cabanyal - ROBER SOLSONA
VALENCIA

El Cabanyal agrava su deterioro tras seis años con las obras paradas

Ribó confía la solución del barrio a unas ayudas de la UE que no están garantizadas

VALENCIA Actualizado: Guardar
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El 29 de diciembre de 2009, el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero emitió una Orden Ministerial que suponía la paralización de las obras del plan urbanístico de El Cabanyal en Valencia al considerar que suponían un «expolio» contra el patrimonio artístico español. El proyecto planeaba el derribo de 1.600 viviendas (apenas llegaron a ejecutarse varias decenas) y la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar. Seis años después, el desarrollo urbano del barrio marítimo que inspiró a Joaquín Sorolla y a Vicente Blasco Ibáñez permanece en vía muerta, sin soluciones y en continua degradación y el Ayuntamiento fía la recuperación del barrio a unas ayudas de la Unión Europea que no están garantizadas.

La llegada del nuevo gobierno municipal tras las elecciones del pasado mes de mayo, con Joan Ribó (Compromís) a la cabeza, propició la derogación del Plan Especial de Protección y Reforma Interior de Cabanyal-Canyamelar aprobado en 2000 por el ejecutivo que presidía la popular Rita Barberá, quien dejó la vara de mando sin poder culminar el principal proyecto urbanístico de cuantos diseño durante sus veinticuatro años de mandato.

Todos los partidos políticos hicieron frente común contra el PP en la campaña y prometieron derogar el plan, pero a nivel práctico, la decisión no ha tenido efectos. De hecho, la orden ministerial firmada en 2009 por Ángeles González Sinde, entonces titular de Cultura, ya supuso la congelación del plan urbanístico.

Pleitos judiciales

En los años posteriores se sucedieron todo tipo de iniciativas políticas y pleitos judiciales entre las diferentes Administraciones que dejaron en el limbo el proyecto con el que Valencia pretendía dejar de dar la espalda al mar. De hecho, el barrio linda con las instalaciones que albergaron la Copa América de vela y el Gran Premio de Fórmula Uno, en la conocida como Marina Real, que difundieron la imagen de la ciudad por todo el mundo y que en la actualidad constituyen su principal polo de atracción turística. Ahora, una empresa de Singapur proyecta una inversión de mil millones de euros para levantar un complejo hotelero y de ocio a escasos metros del distrito más degradado de la ciudad.

Imagen del estado actual de El Cabanyal
Imagen del estado actual de El Cabanyal - ROBER SOLSONA

El Ayuntamiento habilitó el pasado verano un plan de choque de limpieza y seguridad pero el problema, según denuncian los vecinos, permanece encallado. El proyecto ha pasado demasiados años bloqueado entre los tribunales y una burocracia incapaz de resolver el trazado de un avenida sobre un Bien de Interés Cultural (BIC) que hoy no es más que un rectángulo de cuatro tramos de calles (Escalante, Doctor Lluch y las travesías de Amparo Guillem y Pescadores) degradadas, con puntos de venta de droga, solares abandonados, casas ocupadas y menores de edad deambulando en horario escolar.

Ayudas de la UE

El equipo de gobierno de Joan Ribó ha puesto en marcha una plataforma para recabar ideas para rehabilitar el barrio y poder optar a las ayudas de la Unión Europea. Hasta ahora, la única medida concreta pasa por la firma de un convenio por importe de trece millones de euros para rehabilitar trescientas viviendas cuyo grueso soportarán los particulares (4,6 millones) y el Ministerio de Fomento (4,3).

El Ayuntamiento aportará 2,5 millones y la Generalitat los 1,24 restantes. A pesar de ser considerado un barrio «mediático», en el Cabanyal-Canyamelar apenas quedan ya censadas un total de 14.782 personas, en una ciudad con cerca de 800.000 habitantes, de acuerdo con las estadísticas oficiales del Ayuntamiento. Son los que viven allí y conocen de primera mano la realidad del barrio, marcado por el abandono de viviendas (antiguas plantas bajas que el siglo pasado eran propiedad de pescadores y de familias humildes), la suciedad de las calles, la inmigración ilegal y el tráfico de drogas.

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