José Rosiñol - TRIBUNA ABIERTA

Todos fachas

Cualquiera que no acepte los dictados de los próceres nacionalistas y de los partidarios del nihilismo anticapitalista debe ser señalado y perseguido

José Rosiñol
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Hay una frase atribuida incorrectamente a Abraham Lincoln que dice: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». En Cataluña, el nacionalismo lleva ya demasiados años intentando engañar a todos todo el tiempo. Se ha engañado en el fondo y en la forma, se ha hecho creer que el nacionalismo es una ideología inclusiva, moderna, abierta y democrática. Han inventado un mitología historicista que trata de unir un pasado ficticio con una realidad inexistente. Han convertido a la víctima en verdugo y al verdugo en víctima. Y usando unos juegos del lenguaje más propios de las «repúblicas democráticas» del antiguo Telón de Acero que de una democracia moderna.

Todo este proceso ha ido calando en parte de la población dispuesta a creer en los cantos de sirena nacionalista y, de paso, en interiorizar una más que irresponsable relación entre ideología y moral. De esta manera, la ecuación se hace más perversa, crea una especie de principio de delimitación ético: todo aquel que no comulgue con el relato oficialista es acusado de comportamiento inmoral.

Si bien esto ocurría hasta ahora sobre los que nos atrevimos a expresar, en voz alta, nuestra oposición a los proyectos secesionistas, ahora parece que ya no les es suficiente y han ampliado el círculo. Cualquiera que no acepte los dictados de los próceres nacionalistas y de los partidarios del nihilismo anticapitalista debe ser señalado y perseguido.

Esta intolerancia a la disensión y la crítica está llegando al paroxismo. Ya no solo lo encontramos en el periodismo orgánico siempre dispuesto a hacer el trabajo sucio de los políticos nacionalistas, ahora también hemos escuchado al consejero de Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia de la Generalidad, Raül Romeva, tildar en sede parlamentaria de «falangistas» a todas las personas que estuvieron en la manifestación de Societat Civil Catalana celebrada en Barcelona el 19 de marzo pasado.

Ya ni si quiera los partidos de izquierdas, a los que hasta hace muy poco querían seducir, están a salvo del estigma. El episodio de Anna Gabriel, espetando voz en grito a Joan Coscubiela (preso durante el franquismo): «Sois unos fachas», por el mero hecho de condenar el asalto a la sede del PP catalán por parte de Arran es paradigmático. Parece que las ansias totalizadoras del «prusés» están emergiendo con fuerza a medida que despierta la Cataluña plural y abierta, a medida que la Cataluña real se moviliza y visibiliza social y políticamente, sabedores como son que, en realidad, son una minoría aupada a los lomos de las secuelas de la gran recesión y gracias a la instrumentalización de unas instituciones públicas que deberían estar al servicio de todos.

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