José García Domínguez - Punto de Fuga

¿Rajoy fusiló a Companys?

No hay negocio político más rentable ahora mismo que el de la victimización. Todo el mundo quiere ser víctima, como sea.

José García Domínguez
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a falta de mejor entretenimiento con que ir pasando el rato, a la presidenta del Parlamente Cataluña, la señora Forcadell, se le ha ocurrido exigir que el Gobierno en funciones de España pida perdón, no se sabe muy bien a quién, por el fusilamiento de Lluís Companys ahora hace tres cuartos de siglo. Prueba definitiva de la ya imparable hegemonía del cretinismo en nuestro tiempo, el viejo modo analítico y racional de argumentar, tanto en política como en cualquier otro ámbito social, cada día se ve más orillado por el imperio del sentimentalismo. Así, para devenir eficaz, un argumento ya no debe incitar a la reflexión o a la duda cartesiana sino al llanto, cuanto más incontenible mejor. Por algo, no hay negocio político más rentable ahora mismo que el de la victimización.

Todo el mundo quiere ser víctima, como sea.

Y de ahí esa moda absurda, la de reclamar responsabilidades a los coetáneos por hechos acontecidos en otras épocas históricas y protagonizados por actores fallecidos años ha todos ellos; épocas, responsabilidades y hechos que se pueden remontar a varios siglos atrás incluso. Así, cualquier bonaerense o limeño avispado puede ahora decirse personalmente agraviado por el emperador Felipe II y, en consecuencia, reclamar de las autoridades actuales la preceptiva compensación moral, cuando no pecuniaria. Hace bien pocos años, el senador peneuvista Anasagasti demandó formalmente excusas al entonces presidente Rodríguez Zapatero por el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil. Como si Sonsoles, su señora, y las dos hijas del matrimonio hubieran pilotado los aviones alemanes de la Legión Cóndor aquella mañana de abril del año 37 del siglo XX. Una solemne majadería. Y es que, para bien o para mal, de lo que otros hicieron única y exclusivamente esos otros fueron responsables; ellos y nadie más que ellos. Cuantos llegamos a este valle de lágrimas décadas después, ninguna responsabilidad personal ni colectiva arrostramos por su proceder en vida. Postular lo contrario resulta una una soberana y soberanista estupidez, cara Forcadell.

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