Joan Carles Valero - Letras expectativas

El pecado del cisma

El castigo para los que promueven la división es terrible, ya que un demonio les abre cruelmente en canal con una espada

La RAE define cisma como división o separación en el seno de una iglesia o religión, pero también es sinónimo de escisión, discordia o desavenencia. Cataluña y el resto de España atraviesan el mayor cisma de su historia reciente como consecuencia del «procés», que además de romper el marco constitucional y estatutario de forma unilateral, ha cizañado con insidia, enfrentado, dividido y engañado a la población. Por eso, sus dirigentes no solo minan la convivencia a todos los niveles, sino que incurren en una gigantesca inmoralidad, del calibre del pecado mortal, que la Iglesia catalana debería denunciar.

A muchos católicos les sorprendió que 420 sacerdotes catalanes se declararan abiertamente a favor del derecho de autodeterminación de Cataluña y que pidieran al Papa que intercediera por el referéndum secesionista del 1 de octubre. Entre ellos destaca el obispo de Solsona, monseñor Xavier Novell. Mi filósofo de cabecera, el doctor Antonio Fornés, me llamó alarmado por esa deriva de una parte de la Iglesia que se pronuncia contra el Evangelio, que proclama que todos somos hijos de Dios y, por lo tanto, iguales en tanto hermanos.

Otro filósofo, el doctor Enrique Martínez, miembro de la Pontificia Academia de Santo Tomás, sostiene que el independentismo es pecado y de los mortales, porque la Iglesia no puede predicar la división, ni sembrar las semillas del enfrentamiento y el odio. Y menos promover la amargura del resentimiento y la tristeza de la desunión. Para sostener esas afirmaciones, el también profesor de la UAO recuerda las enseñanzas de santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, donde señala el pecado de sedición como el que se opone «a la unidad del pueblo, de la ciudad o del reino». Añade que como «se opone a la justicia y al bien común, por eso la sedición es, por naturaleza, pecado mortal».

En la novena fosa del octavo círculo del Infierno de la Divina Comedia, son castigados los sembradores de discordias. Al final del canto vigésimo octavo, Dante dice que «la falta se purga / de quienes dividiendo ganan su culpa», es decir, de aquellos que tuvieron la culpa en crear divisiones y discordias entre las personas. El castigo para los que promueven la división es terrible, ya que un demonio les abre cruelmente en canal con una espada, reintegrando en una fila con las tripas en las manos para que, una vez cerradas las heridas, volver a ser rebanado. Eternamente.

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