Pastel

La política catalana es un pastel. Si ustedes consultan el DRAE, verán que el término «pastel» admite diversas acepciones. Para el caso que nos ocupa, conviene detenerse en las siguientes: 1) «fullería que consiste en barajar y disponer los naipes de modo que se tome quien reparte lo principal del juego, o sé lo dé a otro su parcial», 2) «convenio secreto entre varias personas, con malos fines o con excesiva transigencia», 3) «beneficios, económicos o de poder, especialmente cuando son susceptibles de reparto». Sabia, la Real Academia Española.

Del Diccionario a la política nacionalista en Cataluña, encontramos fullería, convenios secretos y beneficios de poder. Algunos ejemplos. La fullería –trampas, engaños, astucias o cautelas– del círculo belga de Junts per Catalunya (JpC) que busca la construcción de un nuevo partido o movimiento político con el objeto de dinamitar, en beneficio propio, al PDECat y acorralar políticamente y electoralmente a ERC. Los convenios secretos de JpC, PDECat y ERC para investir a uno u otro candidato y repartirse después las consejerías. El beneficio de poder de una ERC que, haciendo de la necesidad virtud, renunciaría a la unilateralidad con el objeto de evitar las acciones de la Justicia, ensanchar la base social independentista –también en beneficio propio– y ocupar el espacio de la antigua Convergència Democràtica de Catalunya. E, igualmente, el beneficio de poder de JpC que usa y abusa de los engaños y argucias para hegemonizar los sentimientos y votos del independentismo. A todo los cual habría que añadir las denominadas líneas rojas de cada partido –variables, por supuesto– que mucho tiene que ver con fullerías, convenios y beneficios. Todo ello, con el telón de fondo de una inexistente República Catalana que, con el tiempo, hará las delicias de politólogos, psicólogos y humoristas. El DRAE recoge la locución verbal «descubrirse el pastel» en los siguientes términos: «Hacerse público y manifiesto algo que se procuraba ocultar o disimular». Pues, eso. El pastel.