Joan Carles Valero - Letras expectativas

Observadores internacionales

El marketing independentista se resquebraja ante los millones de observadores internacionales que nos visitan, los turistas

El desapego de los independentistas con respecto al resto de España ha ido asociado a la pérdida paulatina de la confianza en la clase política. En ese contexto, asociaciones y entidades se han convertido en los motores de la nueva credibilidad, porque la confianza ya no es vertical, sino horizontal. Las personas creen más en sus iguales que en expertos. Y se suman a proyectos movidos por la pasión y el sentido del propósito, donde prevalece un marco de valor compartido que facilita pensar rápido con gran mengua de la racionalidad.

El marketing independentista ha creado un marco mental, un relato que ha funcionado para buena parte de la sociedad catalana, pero que se resquebraja ante los millones de observadores internacionales que nos visitan, los turistas. Muchos de ellos desean vivir y sentir como los locales hasta entender nuestros valores auténticos. Una amiga letona que participó en la revolución cantada de 1991 que culminó con la independencia de las repúblicas bálticas, se sorprende cuando los líderes del «»procés» comparan al Reino de España con la URSS. Otros amigos alemanes no entienden el déficit fiscal tras aterrizar en la magnífica T1 del aeropuerto barcelonés, que más quisieran ellos en sus ciudades, o viajan en AVE al Museo Dalí de Figueres en menos de una hora.

Estos turistas, como la mayoría de las personas que hacen un uso intensivo de su hemisferio derecho, penalizan lo que no es sostenible y solidario en el actual contexto de construcción de la Unión Europea. El independentismo se antoja a los ojos de nuestros visitantes como una ideología menos colaborativa y responsable para los tiempos que corren, porque el sentido del propósito tras el eslogan «España nos roba» es una clara muestra de insolidaridad respecto a sus iguales, que son el resto de españoles.

Mis amigos europeos también aprecian que los independentistas catalanes desean trascender, hacer algo relevante, dejar un legado para coronar la pirámide que Maslow dibujó sobre la motivación humana. Al tener cubiertas todas las jerarquías de las necesidades humanas, a nuestra élite independentista solo le queda acceder a la cima porque aspira ser lo que desea ser: establishment estatal. Mientras, la ciudadanía intenta llegar a fin de mes y, para compensar, compra lotería, ese rápido ascensor en la pirámide de Maslow.

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