Ferran Brunet - Tribuna Abierta

Fin de la fiesta separatista

Para los demócratas catalanes y españoles, éstos son momentos de muy honda y muy sentida esperanza

Fin de fiesta para los separatistas, fin del sufrimiento para los constitucionalistas. Han sido muchos años de asalto a la democracia española, de descomposición del Estado de Derecho, de impunidad del gobierno de la Generalitat de Cataluña, de ninguneo de los catalanes normales.

Finalmente, el 11 de octubre de 2017 el Gobierno de España inició la aplicación del artículo 155 de la Constitución. De este modo, culmina el desafío separatista y se inicia la tarea de recomponer Cataluña. Los catalanes hemos padecido años de enfermedad, meses de cáncer y días de infarto. En la presente temporada llevamos una retahíla de acontecimientos de todo género, surrealistas muchos, memorables algunos, inverosímiles otros y, todos ellos, extraordinarios.

Los días 17 y 18 de agosto en los atentados yihadistas de Las Ramblas y Cambrils fueron asesinadas 17 personas. El 26 de agosto, la manifestación antiterrorista fue convertida en una deleznable performance separatista.

El 6 de septiembre se impuso una llamada ley de desconexión de España. El 11 de septiembre fue el tradicional desfile, aunque la cifra de «uniformados» bajó a 225.000. El 1 de octubre fue la traición de los Mossos d’Esquadra y la farsa de las urnas. El 3 de octubre el Rey Felipe VI dio un diáfano mensaje a todos los españoles. Del 2 al 6 de octubre hubo una fuga de depósitos de bancos localizados en Barcelona y el traslado de la sede de estos bancos y de muchísimas empresas fuera de Cataluña.

El 8 de octubre, ¡un millón de catalanes! se congregaron en las calles de Barcelona clamando por el «seny». En el atardecer del 10 de octubre, la «independencia» de Cataluña fue declarada por el presidente de su Comunidad Autónoma, que la suspendió a los ocho segundos para instar a una mediación internacional, y fue vuelta a declarar… en un teatro por los diputados separatistas y antisistema. Ante la suspensión, los «asaltantes» al Parlamento regional retornaron enfurruñados a sus casas, de modo que se evitó una noche o más de tragedia.

Finalmente, el 11 de octubre, la aplicación del artículo 155 pone un término al desvarío secesionista y supondrá un cambio de calidad muy importante. La aplicación del artículo 155 carece de precedentes y de indicaciones precisas. Las tareas a satisfacer son múltiples: substitución de dirigentes y cargos de designación, gestión por la nueva Generalitat de sus competencias (y son casi todo: policía, educación, sanidad, carreteras, ferrocarriles, urbanismo, ayuntamientos…) con sujeción a la ley, cese del adoctrinamiento en TV3, cese de las subvenciones a la prensa del régimen separatista, cese del adoctrinamiento en las escuelas, cumplimiento de las sentencias que facultan a los padres a escoger el español como lengua vehicular en la educación, fin de la exclusión del español, fin de la violencia contra los constitucionalistas, vigencia del Derecho, etc. Unas elecciones autonómicas deben suceder a estos ajustes. Con todo ello, deberá abrirse una etapa de estabilidad política e institucional en Cataluña y en España.

El golpe de los separatistas contra la democracia española ha concluido. La iniciativa política, administrativa y social pasa al Gobierno de España, a las personalidades que éste vaya a nombrar en la Generalitat y, más en general, recaerá en la mayoría de catalanes normales, silenciados bajo el largo régimen separatista. Para los demócratas catalanes y españoles, éstos son momentos de muy honda y muy sentida esperanza, de profunda confianza en la gente que en número de un millón el 8 de octubre ocupó las calles, simplemente, para ser y para decir: «Ja som aquí, prou, recuperarem el seny!».

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