Joan Corbera - Tribuna Abierta

Adiós Impala, adiós

África no logró acabar con el mítico modelo de Montesa; Barcelona podría ahora

Joan Corbera
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En 1962, se produjo una de las mayores gestas del motociclismo catalán. Nada que ver con las legendarias balas rojas de Derbi o el mítico –y accidentado– Circuito de Montjuïc. Fue la proeza de unos motoristas aficionados que decidieron cruzar África en moto desde Ciudad del Cabo a Túnez, un trayecto de 20.000 kilómetros.

Al frente de la expedición estaba Oriol Regàs, gran aventurero, que propuso a Pere Permanyer esta aventura. ¿El motivo? Demostrar la resistencia de un nuevo modelo que quería sacar al mercado Montesa: la Impala. La marca catalana puso a disposición del proyecto 3 motos y el 50% del presupuesto. Se sumó a la expedición Manuel Maristany, escritor y fotógrafo –fallecido el pasado junio–, alejado del mundo del motor, pero con la tarea de inmortalizar la gesta de la llamada «Operación Impala».

El viaje se inició en enero de 1962 en Ciudad del Cabo. Las motocicletas eran tres prototipos de 175 centímetros cúbicos ensamblados en la fábrica de Esplugues de Llobregat. Fueron bautizadas como «la Baobab», «la Perla» y «la Lucharniega». La expedición, acompañada por un Land Rover, pasó por Kenia, Etiopía y Sudán, atravesando el desierto del Nubio. Siguió la estela del Nilo hasta Alejandría, y desde allí, bordeando el Mediterráneo, hasta Túnez. Finalmente llegaron a Barcelona como héroes, siendo recibidos por las autoridades civiles y religiosas, que les dedicaron un «Te Deum» en la Catedral.

La gesta permitió a Montesa fabricar en serie una moto económica, robusta, que consumía poco combustible y que era capaz de superar los 100 Km/h. El marqueting de la época acuñó el eslogan: «Un motor indestructible».

La robustez de la Impala se ha demostrado a lo largo de los años y pasando de largo el siglo XXI. Hoy en día todavía es posible ver en el hábitat urbano de Barcelona a decenas de impalas circulando con su rojo característico. Lo hacen con su peculiar ruido, ni mucho menos tan estruendoso como las Harley Davidson. Son motos mimadas por sus dueños; bien cuidadas. El modelo incluso ha sobrevivido a la desaparición de Montesa, absorbida por Honda.

La Impala se cotiza aún en el mercado. Una motocicleta restaurada supera los 3.000 euros y hay talleres especializados en su reparación. También hay numerosos clubes de aficionados en toda España y se organizan Impaladas» (reuniones de aficionados).

Pues bien. Todo esto está en peligro. La decisión de prohibir, por cuestiones ambientales, la circulación a partir de 2019 por el área metropolitana de Barcelona a los vehículos de más de 20 años pone en la picota a la Impala. No sé si las autoridades harán excepciones a los vehículos históricos, pero de no ser así desaparecerá de la jungla de asfalto este magnífico ejemplar que sobrevivió a la inclemente dureza de África.

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