Miles de motoristas han tomado la ciudad durante todo el fin de semana fF. Blanco
SOCIEDAD

Pingüinos en su hábitat natural

Ha vuelto a ser la cita motera por excelencia, con más de 22.000 inscritos y el mismo frío de siempre

VALLADOLID Actualizado: Guardar
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Tres años han tenido que pasar para que Pingüinos vuelva a sus calles, a sus carreteras y a su esencia natural, ganada a pulso con el paso del tiempo. Y este regreso de «las aves marinas de las dos ruedas» a la ciudad de Valladolid se notaba en el ambiente. Ayer se volvieron a ver caras alegres bajo los cascos, buen rollo por doquier, olor a gasolina y goma quemada, y hasta el frío fue bien recibido en el evento motero por excelencia. Eso sí, bajo un buen abrigo y un caldo caliente que adecuase el cuerpo.

Los 12.000 inscritos que se daban cita ayer amanecieron temprano bajo la gran helada que cayó esa misma noche. Con las legañas típicas de esas horas, los moteros iniciaron el día cogiendo fuerzas para toda la jornada que les esperaba gracias al desayuno pingüinero preparado.

«¡Qué necesario es para Valladolid Pingüinos!», afirmaba el integrante del motoclub «Con un par de ruedas» Francisco Soto, que no dudó en reconocer que este evento, junto con Motauros, son «esenciales para la ciudad». Aunque pone un «pero» por el reciento elegido. Cree que «faltan pinos» para acampar mejor y que, sobre todo, en la zona de entrada «deberían poner gravilla prensada, porque al ser tierra, la cadena y los piñones de la moto se llenan de barro y tierra y se estropea todo». A esta reclamación se le une el motero de «Maquma» Rubén San Cirilo, que echa de menos la anterior localización: «El terreno de años atrás tenía más mantillo gracias a los pinos; ahora es casi todo tierra, mancha más y el año que llueva ya ni te digo», pero por lo demás, la organización y eventos «están muy bien”»

Tras los buenos alimentos, tocó subirse a las motos y emprender el camino hacia la Acera de Recoletos en el desfile de banderas. Los motoristas, que fueron recibidos por las autoridades vallisoletanas, se hicieron notar a base del rugir de sus motores y de los altos decibelios de sus bocinas, dando a entender que Pingüinos está de vuelta y ha venido para no volver a emigrar.

Ya aparcados, la gente allí congregada y los motoristas disfrutaron de la soleada mañana tomando el vermú, degustando una de las 4.000 raciones de lentejas de Tierra de Campos que se repartían en la misma calle o bien viendo las piruetas, giros y caballitos que se realizaron en la exhibición de «Stunts». Giuseppe Borghi, un italiano que ya ha participado en seis ediciones de Pingüinos, está encantado con la vuelta del evento a Valladolid, ya no sólo porque le permite ver a muchos amigos suyos, sino porque posibilita que permanezca en contacto a toda la comunidad motera de lugares muy diversos tanto de España como de todo el mundo. Pero hay algo que le disgusta, y es que no haya más italianos «porque no han hecho mucha publicidad del evento en otros países». Su amiga Almudena Turrado. cree que también es un acierto total que haya vuelto este encuentro, del que valora positivamente las actividades que se han organizado, aunque también cree que no hay tantos extranjeros como en años anteriores.

Por la tarde, el hermanamiento de los aficionados a las dos ruedas no se detuvo y se realizó la tradicional cena pingüinera, además del desfile de antorchas por el centro de la ciudad en honor a los motoristas fallecidos. P ara echar el cierre al largo día de gasolina y asfalto, el grupo vallisoletano Celtas Cortos amenizó la campa y la Plaza Pingüinos con temas míticos como «La Senda del Tiempo», «‘20 de abril» o «Cuéntame un cuento».

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