Enrique Sánchez Lubián - ESBOZOS PARA UNA CRÓNICA NEGRA DE ANTAÑO (IX)

Catástrofe aérea en Sonseca en 1924: tres muertos y ocho heridos graves

Varias personas resultaron malheridas, falleciendo Francisca Lorenzo García Pulgar, de diecisiete años de edad, y Ángel Rueda Gallego, de dos.

Enrique Sánchez Lubián
TOLEDO Actualizado: Guardar
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Durante la Primera Guerra Mundial, la Royal Navy incorporó a sus fuerzas numerosas unidades del aeroplano «Avro 504». En noviembre de 1914 una escuadrilla de los mismos bombardeó los hangares de los temidos dirigibles «Zeppelín», en el sur de Alemania, en la que está considerada como la primera misión aérea planificada de antemano. Al concluir el conflicto bélico, estos aparatos derivaron hacia usos civiles como la instrucción de futuros pilotos o vuelos acrobáticos. En 1919 la empresa fabricante regaló uno de ellos a Alfonso XIII, quien lo donó al Ejército. Poco después se adquirieron medio centenar más para las escuelas militares de aviación. El 11 de mayo de 1924 desde la de Alcalá de Henares despegó el biplano «Avro 504-9» pilotado por el alumno Manuel Fernández López, quien horas después protagonizaría en la localidad de Sonseca la primera catástrofe área registrada en tierras toledanas: tres muertos y ocho heridos graves.

Grupo de militares, guardias civiles y autoridades ante el «Avro 504-9», entre ellos el piloto Fernández López y el capitán White (Foto, Rodríguez. AHPT)
Grupo de militares, guardias civiles y autoridades ante el «Avro 504-9», entre ellos el piloto Fernández López y el capitán White (Foto, Rodríguez. AHPT)

Tras haber cumplido su periodo formativo, el soldado Manuel Fernández López se enfrentaba a su último vuelo para conseguir el título de piloto de primera clase. El itinerario era, aparentemente, sencillo: Alcalá de Henares-Daimiel. Sin embargo, sobre las diez de la mañana se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en la dehesa «Villaverde» de Sonseca. Su presencia despertó una gran expectación, concentrándose allí centenares de vecinos, autoridades y guardias civiles del destacamento de Orgaz, quienes se esforzaban para que los curiosos no se aproximasen demasiado al aeroplano.

Entierro de Francisca Lorenzo, joven víctima de diecisiete años de edad (Foto, «El Castellano Gráfico»)
Entierro de Francisca Lorenzo, joven víctima de diecisiete años de edad (Foto, «El Castellano Gráfico»)

Una hora después, el piloto se dispuso a reanudar el vuelo. Cuando se encontraba dándole vueltas a la hélice, para arrancar su motor, el biplano se puso inesperadamente en marcha, arrollando al público que se concentraba a su alrededor. Varias personas resultaron malheridas, falleciendo Francisca Lorenzo García Pulgar, de diecisiete años de edad, y Ángel Rueda Gallego, de dos. Entre los lesionados se encontraba el alguacil José Barbero, a quien debió amputársele un brazo. La dimensión de la catástrofe aumentó pocas horas después, sumándose a las víctimas otra tercera persona, Emiliana Rodríguez Martín.

Roberto White de Santiago, pionero de la aviación española, quien acudió a Sonseca para llevar de regreso el biplano hasta Alcalá de Henares.
Roberto White de Santiago, pionero de la aviación española, quien acudió a Sonseca para llevar de regreso el biplano hasta Alcalá de Henares.

El juez de instrucción de Orgaz se hizo cargo, en primer lugar de las diligencias para determinar las causas y responsabilidades del suceso, procediéndose a la detención del soldado Fernández López. Siguiendo indicaciones del capitán general, el juzgado orgaceño se inhibió a favor de la jurisdicción militar, asumiendo el caso el comandante Florencio Latorre, quien desde cinco años antes era responsable de la Zona de Reclutamiento de Toledo.

Al día siguiente del siniestro llegó a Sonseca el capitán Roberto White, acompañado de dos mecánicos. Tras reparar los daños registrados en la aeronave, en la tarde del día 16 despegó hacia Alcalá de Henares. La propia dimensión de la catástrofe dejó en segundo plano este viaje de regreso, noticia que por la relevancia de su protagonista también hubiese merecido reseña especial, toda vez que White era uno de los pioneros de la aviación española, correspondiéndole el honor de haber protagonizado en 1915 el primer vuelo de un hidroavión militar sobre las aguas del Mar Menor.

Página del semanario «El Castellano Gráfico» recogiendo amplia información del accidente.
Página del semanario «El Castellano Gráfico» recogiendo amplia información del accidente.

Mientras la normalidad volvía a Sonseca y los heridos se recuperaban, el soldado Fernández López fue puesto en libertad provisional, quedando obligado a residir en Toledo, donde debía presentarse diariamente ante las autoridades militares. En la capital, fue entrevistado por el diario «El Castellano».

Según comentó, momentos antes del accidente, tras sobrevolar la localidad de Ocaña, notó ciertas trepidaciones en el avión, comenzando a sonar mal el motor, por lo que decidió buscar un descampado donde tomar tierra antes de cruzar los Montes de Toledo. Realizado el aterrizaje con toda normalidad, examinó el motor, comprobando que la avería consistía en la rotura de los dos cables de bujía, cuya reparación efectuó en pocos momentos.

Concluida esta labor, Fernández López decidió reemprender su vuelo, preguntando si entre los numerosos curiosos allí arremolinados había algún mecánico para ayudarle a poner en marcha el biplano. Uno de ellos, de nombre Alfonso, se ofreció para tal fin. El piloto le pidió que hiciese girar la hélice y que se retirase rápidamente por el peligro que dicha maniobra conllevaba. Tras varios intentos no consiguieron arrancar el motor del «Avro», por lo que el propio militar decidió realizar él la operación, encomendando al voluntario que subiese a la barquilla del aparato para completar la maniobra. Y así consiguieron su propósito. Pero una vez puesto en marcha el motor, la aeronave, quizás por lo resbaladizo del suelo o por no estar bien calzadas sus ruedas, comenzó a rodar, arrollando a muchas de las personas que presenciaban la maniobra. El piloto, según declaraba, intentó acceder a la cabina de mando para frenar a la descontrolada aeronave, pero el fuselaje lo derribó a tierra. Repuesto de la caída, añadía, «corrí hacia el punto donde se hallaba el biplano, que en su marcha había recorrido unos sesenta metros, encontrando el motor parado, la hélice rota y comprobé que había ocurrido una catástrofe».

Recorte del diario madrileño «El Sol» dando cuenta de la catástrofe registrada en Sonseca
Recorte del diario madrileño «El Sol» dando cuenta de la catástrofe registrada en Sonseca

Como colofón a sus declaraciones, el redactor «El Castellano» indicaba que el aviador se encontraba bastante apenado por lo sucedido, si bien estaba plenamente convencido de que el accidente no podía «achacarse más que a la fatalidad».

No he localizado en qué derivaron las instrucciones judiciales realizadas al respecto, si bien el soldado Fernández López debió proseguir su carrera como piloto militar, toda vez que en noviembre de 1936, en plena guerra civil, le fue concedido el empleo de teniente. Mientras tanto, los biplanos «Avro 504» continuaron prestando servicios hasta 1938 en las escuelas de aviación que el ejército republicano mantuvo en zonas de Levante.

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