Curri Valenzuela

El PP, perplejo

Curri Valenzuela
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Luis Bárcenas fue un sinvergüenza que se llevaba a Suiza el dinero de la tesorería del partido; Francisco Granados, un imitador que se gastaba en juergas muchísimo más de lo que ganaba como consejero de Esperanza Aguirre; Rodrigo Rato, una víctima de la codicia capaz de transformar en peligroso delincuente a un político brillante. Militantes y cargos electos del PP se han estado creyendo, o haciendo como que se creían, estas justificaciones que la cúpula de Génova les proporcionaba para justificar los repetidos casos de corrupción que iban descubriendo los medios de comunicación. A casi todos se les ha caído la venda de los ojos después del 20-D.

Primero vino la frustración política. «Pero, ¿no se enteran de lo que ha pasado?» es la pregunta que desde entonces se hace el concejal que mantiene el contacto con la calle, el diputado reconocido cuando toma un taxi, el militante que se ha cambiado de bar porque ya no sabe explicar las acciones de la dirección popular: ni la menor autocrítica por la pérdida de 60 escaños, ni una voz alzada en algún órgano interno para hablar de lo ocurrido, ni un mea culpa por aquella teoría de que solo había que esperar a que la gente se diera cuenta de que la crisis se estaba acabando y el empleo creciendo para que volviera a votar en masa al PP después de cuatro años de desertarle en todas las citas con las urnas.

Luego llegó la perplejidad ante la parálisis de la dirección popular a la hora de tratar de formar gobierno y, otra vez, la falta de explicación por la decisión de Mariano Rajoy de negarse a aceptar el encargo del Rey de someterse a la Investidura. El alcalde de cualquier pueblo de España, que la mayor parte de las veces es del PP, ya sabe lo que es negociar a pesar de haber sido el más votado, aceptar las exigencias de Ciudadanos en el mejor de los casos o la unión de PSOE y Podemos en el peor para él.

El remate ha sido «lo de Valencia», el caso de corrupción del PP más grave desde la Gürtel, liquidado desde Génova con la creación de una gestora y la esperanza de que la prensa se dedique a investigar cuantos coches, pisos y plazas de garaje posee el último de sus conocidos supuestos sinvergüenzas particulares. «Al PP nadie le dice lo que tiene que hacer», ha sido lo último que ha dicho Mariano Rajoy. Por una vez, cargado de razón

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