Salvador Sostres

La necesidad

Salvador Sostres
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Hace unos meses me llegó una querella de David Fernández —excandidato de la CUP— por haberle llamado «el chófer de ETA», en tanto que organizaba las visitas de Arnaldo Otegi a Cataluña.

La querella apelaba a distintos artículos de la Constitución, la misma que su partido quiere abolir por considerarla una cárcel. Perdió, pero ¡qué gente!

La negociación de Convergència para conseguir su propio grupo parlamentario, y el recurso de la Generalitat al TC para no devolver las obras de arte de Sijena, subrayan la hipocresía del independentismo político, y su afán por continuar viviendo del conflicto en lugar de resolverlo. Homs, que tanto asocia la independencia a la dignidad de los catalanes, ha congelado igualmente la querella contra el director de la Oficina Antifraude y el ministro del Interior por lo que se supo de aquellas escuchas ilegales.

¿Dignidad? ¿Qué dignidad, Quico? ¡Cobra y calla!

Para entender a Convergència hay que seguir siempre la pista del dinero. Despreciar a los Pujol —y a su trama de familiares y secuaces, de la que Homs forma parte— es un dramático error de España, en tanto que siempre puedes comprarles. En la relación entre Cataluña y el Estado siempre funcionó mucho mejor la transacción que la revolución, y aunque sea sucio, y molesto, conviene no olvidarlo.

Y es que lo que por una parte resulta cínico, por la otra puede ser interesante, y eso lo sabe mejor que nadie Ciudadanos, que ahora se queja de las negociaciones entre el PP y Francesc Homs para la Mesa del Congreso, pero que nada dice de lo que, entre 2006 y 2010, les apoquinó la antigua CiU, cediéndoles espacio mediático y todo tipo de recursos —algunos inconfesables— para que laminaran al PSC. Sin el patrocinio de la tan insultada CiU, nunca Albert Rivera habría alcanzado su protagonismo, o sea que lecciones de transparencia, las justas.

Asistimos cada día a un incesante baile de disfraces, en el que la coherencia política pesa mucho menos que el interés personal. Rajoy no es perfecto, pero al ser un hombre de provecho, tiene resueltas sus cuestiones previas mucho más que sus adversarios, y aunque es como todos víctima de sus vicios, puede defenderse de ellos con una cierta naturalidad. Los independentistas, los socialistas y Ciudadanos viven en cambio tan a la intemperie, con candidatos tan insignificantes, pobres y desesperados, que todo en ellos acaba subyugado al oportunismo, y por eso Rivera le debe la vida a Convergència, Pedro Sánchez está dispuesto a acabar con lo poco que queda del PSOE para salvarse, y Homs usa la independencia como cebo para que España le apague los incendios y le pague las cuentas.

Es cuestión de tiempo —y hasta de unas terceras elecciones, si conviene— que la buena gente recuerde lo fácil y refrescante que es votar a la derecha.

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