Manuel Marín

Díaz gana al ralentí

Manuel Marín
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El equipo de Susana Díaz mantiene un cierto margen de desconfianza hacia las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez, pero cada día que transcurre sin que el anterior secretario general dé un golpe de efecto, por mínimo que sea, se considera un triunfo preventivo. Los tres principales intentos de Sánchez por atraerse el foco de la atención pública han resultado un fracaso. Ni su caravana abierta a las quejas de los militantes, ni la convocatoria de sus afines en torno a un movimiento que ha quedado en intentona meliflua con apenas cincuenta incondicionales de segunda línea, ni la apertura de una sede paralela a Ferraz, están fraguando en el germen de una propuesta sólida y convincente.

De momento, solo Susana Díaz, aun estando al ralentí de apariciones públicas, ha sabido alimentar la tesis de que su candidatura a dirigir el PSOE será una tarde o temprano una evidencia.

El Comité Federal del próximo sábado está prediseñado para que la gestora alumbre un calendario a la medida de la presidenta andaluza en el que cualquier otro aspirante a la secretaría general partirá con desventaja. No orgánica, pero sí emocional, porque ya se ha decidido que es irreversible la construcción de un nuevo PSOE que sea capaz de sacudirse sin complejos muchos de los errores cometidos en los últimos quince años: liderazgo, deriva ideológica, simpatías por el soberanismo o vetos incondicionales a la derecha… La gran duda que aqueja a la gestora es sencillamente hallar la fórmula para evitar el cisma, porque ni siquiera Susana Díaz ha ofrecido indicio alguno de cómo lo evitaría si fuese elegida. La percepción de que sería una líder sólida gana adeptos conforme pasan los meses.

Sin embargo, en buena parte del PSOE persisten las dudas de si la presidenta andaluza sería el mejor antídoto contra Podemos porque representa a una socialdemocracia identificada con el felipismo e inclinada hacia la moderación frente al extremismo, cuando en realidad cada proceso electoral constata que las generaciones más jóvenes de la izquierda se han radicalizado, y las más veteranas han quedado decepcionadas con el socialismo clásico. Ni siquiera este PSOE en refundación está sabiendo rentabilizar la profunda crisis de liderazgo y credibilidad que Podemos está ofreciendo a su militancia con un espectáculo de división jamás visto en un partido con apenas tres años de vida.

Es probable que Sánchez se lance a intentarlo, aunque su entorno parece ser plenamente consciente de que las posibilidades se agotan por días. Ni se le percibe como una esperanza de futuro, ni se preocupa de generar las expectativas para ello. Su perfil bajo, deliberado o no, se ha convertido en un hándicap desesperanzador para sus simpatizantes. Y Díaz aún no ha puesto toda su maquinaria en marcha. Sólo deja destellos para que el peso del desgaste sea asumido por la gestora.

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