El cuarto desordenado

Errejón ha regresado del gulag. No sabemos si ya reprogramado porque estaba un poco lejos para comprobar si tenía marcas de electroshocks

Iglesias, Montero, Errejón y Mayoral, ayer en el Congreso JAIME GARCÍA
David Gistau

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El PSOE sigue autodescartado para hacer oposición. Para existir, en general. Así las cosas, el parlamento consagra la curiosa paradoja de que el liderazgo de la oposición lo reclama el único partido que apoyó la investidura de Rajoy. Con tantos daños para ambas partes, Cs y gobierno, que la riña entre Girauta y Méndez de Vigo , a cuento del aprendizaje en español en Cataluña y de la supuesta inoperancia de Arrimadas después de ganar las elecciones, demostró que este antagonismo va a llevarse por delante hasta cualquier posibilidad de cohesión en la Tabarnia amenazada por los indepes.

Como Podemos, a diferencia de Cs, no es cautivo de una obligación contraída de estabilizar el país, Pablo Iglesias pudo ayer ejercer cierta corrosión señalando, y en esto tiene razón, la vulnerabilidad de un gobierno tan débil que nada puede hacer, ni siquiera sacar adelante presupuestos, y que por ello está abocado a la legislatura fallida. Rajoy se ha ido al córner con la pelota a perder minutos de partido hasta que éste termine. Pero lo ha hecho jugándose todavía el primer tiempo, nada más sacar de centro: aconséjase al Real Madrid que no lo intente en París. Cuando pidió un debate de presupuestos, a Iglesias se le notó que lo que de verdad le pide el cuerpo es uno sobre el Estado de la Nación, el que Rajoy nos sigue escamoteando a todos sin que parezca importarle a nadie. Tuvo cierta gracia que Iglesias le dijera a Rajoy que iba a demostrarle que podía preguntarle de cosas diferentes de la corrupción, pero luego igual se le coló la palabra Bárcenas . Es como un resorte automático: cada cincuenta palabras, Iglesias tiene que decir Bárcenas, aunque esté hablando de baloncesto o de series con amigos. Bárcenas es a Iglesias lo que austrohúngaro a Berlanga. Sobre si podrá o no alcanzar un acuerdo para los presupuestos, posibilidad en la que el presidente del gobierno aún cree, Rajoy le respondió con una condescendencia paternalista habitual cuando entra en el cuarto desordenado de los adolescentes podemitas: «Déjeme a mí los presupuestos y usted dedíquese a...». En ese instante, a Rajoy se le acabó el tiempo y nos quedamos sin saber a qué debería dedicarse Pablo Iglesias. Me gusta pensar que iba a decirle: «Déjeme a mí los presupuestos y usted dedíquese a cosas de comunistas».

Otra noticia de la matinal es que Errejón ha regresado del gulag. No sabemos si ya reprogramado porque estaba un poco lejos para comprobar si tenía marcas de electroshocks . Pero le dejaron preguntar. Y no sólo eso, le dejaron preguntar con el micrófono conectado. Reprochó al ministro Catalá los «detalles escabrosos» surgidos últimamente en los juicios de la corrupción del PP, en los relatos de sus «pentiti», que desmoronan, como dijo Errejón, el prestigio de sus comunidades insignia, Madrid y Valencia. Aunque, de forma más tangencial, lo que Errejón en realidad hizo fue prolongar el argumento de la legislatura fallida y la incapacidad de gobernar. Catalá hizo algo verdaderamente temerario en cualquier orador del PP: intentar equiparar la corrupción de otro partido con la propia. En ese juego, el PP siempre saldrá goleado. También esto aconséjase al Real Madrid que no lo intente en París.

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