LUCHA CONTRA LA DELINCUENCIA

La amante del capo camorrista de los Polverino guio a la Policía hasta su guarida

Simioli, descubierto en un chalé cerca de Roma, llevaba siete años buscado por la UCO y los Carabinieri

El jefe del «Clan Polverino», en el centro, escoltado por los Carabinieri Guardia Civil. ABC
Cruz Morcillo

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Giuseppe Simioli, alias «Petruociolo», se escondía en un chalé rodeado de árboles no muy lejos de Roma, quizá desde que la Guardia Civil apresó a su jefe, el todopoderoso capo de la Camorra Giuseppe Polverino «O Barone», en 2012.

Simioli era el «número dos» del clan por lo que con Polverino entre rejas se convirtió en lo que llaman «the boss in the street», es decir, el que manejaba el negocio del hachís y el blanqueo de dinero del grupo mafioso napolitano al gozar de libertad. Pero en su tierra ya no se sentía seguro. Los carabinieri le habían perdido la pista y cuatro órdenes de busca y captura por asociación ilícita , tráfico de drogas y tráfico de armas se acumulaban sin poder ejecutarse

En 2013, la Unidad Central Operativa (UCO) asesta otro duro golpe al clan, a las estructuras de blanqueo montadas en España. Una de las detenidas es la brasileña Katrine Turpin, la amante de Simioli, una brasileña que vive en Tarragona y es vecina y amiga de la novia de Polverino, también arrestada en aquella operación. Katrine queda en libertad, pero a partir de ese momento un grupo de agentes se convierte en su sombra, persuadidos de que ella les llevará hasta Petruociolo. Como el resto, tiene a su primera familia en Nápoles y una segunda en España. En su caso Katrine es madre de dos de sus hijos, dos niños de corta edad.

Katrine Turpin volvió locos a los investigadores. Viajaba continuamente a Italia, con unas medidas de seguridad propias de cualquier mafioso huido y puestas en práctica por ella con máxima eficacia. «Volaba de Barcelona a Milán, allí cogía otro avión a Turín, luego tomaba un tren a Nápoles y la recogía un coche y una moto. Seguir en Nápoles a una moto es imposible», explica a ABC el jefe del grupo contra el crimen organizado italiano de la UCO, que lleva años persiguiendo a los clanes italianos.

Les costó pero lograron fijar un patrón. Katrine pasaba un mes en su casa de Tarragona con sus cuatro hijos (tiene dos mayores de otra relación) y tres meses en Italia donde sospechaban que se reunía con Simioli . «La adoctrinaron sobre cómo moverse, cómo hablar, cómo despistar, cómo usar los teléfonos...». Un ejemplo: sus dos hijos se apellidan Turpin como ella, pero el mayor se llama Giuseppe Gaetano, como su padre y su abuelo. El hijo que tuvo Polverino con la bailarina brasileña Karen Barbosa solo llevó su apellido cuando ya él estaba en prisión y el niño no podía suponer una pista que condujera hasta el mafioso. «Seguramente los Turpin dentro de poco se apellidarán Simioli», aventura el comandante.

Cuando ya sabían los intervalos temporales seguidos por Katrine, la UCO se pasó un mes entero detrás de ella sin dejarla las 24 horas. A esas alturas y con dieciocho teléfonos intervenidos por orden del juez Eloy Velasco no habían logrado dar con el huido. En mayo, detectaron que la brasileña iba a viajar de nuevo con sus hijos. Cambió tres veces de coche.

El tercero lo guardaba en una nave y lo utilizaba solo para ese fin. Con él fue a recoger a los niños a los que había trasladado previamente a otro punto. Con ellos y con unos amigos cruzó la frontera hacia Francia. En la frontera con Italia los carabinieri se hicieron cargo del seguimiento. Volvieron a perder al objetivo en Roma porque en un descampado abandonaron el vehículo, de nuevo.

Un mes y medio después, tras el análisis de cámaras de seguridad, coches alquilados y escuchas imposibles dieron con Simioli en el chalé de la campiña romana, en Campagnano. Imposible vigilarlo; optaron por entrar. Giuseppe Simioli, el jefe en la calle de los Polverino mientras el auténtico paga los más de 60 años a los que fue condenado, se escondía allí, sin más medidas de seguridad que la dificultad de localizar la casa y las que todos los que se relacionaban con él adoptaban. El clan camorrista ha sido descabezado pero seguirá trabajando y recomponiéndose como siempre. Giuseppe Polverino sometido al 41 bis en una cárcel italiana sale una hora solo al patio y tiene intervenidas las comunicaciones con su familia, aunque nadie duda de que encuentra resquicios para burlar el control.

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