Iglesias, el exJemad, Errejón y, detrás, Bescansa, ayer en la celebración del día de la Constitución
Iglesias, el exJemad, Errejón y, detrás, Bescansa, ayer en la celebración del día de la Constitución - ÁNGEL DE ANTONIO
CRÓNICA

Un Belén en el portal de lo nuevo

Con el bebé de Bescansa, a la comitiva de Podemos le faltaban pocos personajes

Madrid Actualizado: Guardar
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Los fastos constitucionales han pasado de la rutina a la vindicación. Aunque ya no haya vallas protectoras en el exterior de un parlamento con congoja de sitiado, basta atender discursos como el de Posada ayer para comprender que el ciclo del 78 pide cariño y prestigio fundacional. Esto no llegará a convertirse en un argumento de distinción durante la campaña, porque hasta Pablo Iglesias matizó la promesa destructiva de su «tic-tac» y ahora no cuestiona el relato original de la Transición: lo que dice es que hay que desalojar a la casta que traicionó el legado.

Acudió sin chaqueta, pero porque asegura que con coleta y chaqueta parece «un cantante de salsa». Lleva detrás a su Jemad, impasible como cuando lo llevaba Chacón, y éste no confraternizó con los numerosos portadores de uniforme que había en el abarrotado -terror de agorafóbicos- Salón de los Pasos Perdidos.

Tanta gente había, que el padre que uno es se inquietó por culpa de otro complemento de vestuario humano, uno de Bescansa: su propio bebé. Lo lleva a todas partes como en una reclamación articulada sobre cuestiones de conciliación. O quién sabe si como metáfora genesíaca de «lo nuevo», como cuando Rivera se desnudó en los carteles de su primera hora. Menos mal que cuando considera que ya la han visto lo suficiente con él se lo pasa a una empleada que se lo lleva para que no sufra las apreturas. Con el bebé, a la comitiva de Podemos le faltaban pocos personajes para un Belén viviente.

La irrelevancia de Schz.

Estos actos son muy despiadados desde el punto de vista del darwinismo social. La soledad de Herzog era como una síntesis de la maniobra de ocultación contra UPyD, partido excluido de todo, debates también. Al tener a todos los personajes de la campaña metidos en una misma estancia, se hacía más evidente la irrelevancia de Schz, que se ha quedado sin personaje propio en el reparto de arquetipos electorales: no es lo nuevo experimental, no es lo viejo estable, no es un punto medio entre ambas cosas como Rivera, no es nada. Los corrillos y las adulaciones ya se han adaptado a lo nuevo. Basta comprobar el magnetismo de Albert Rivera. Huele tanto a futuro que en las sentinas del PP ya han urdido una campaña de intoxicación propagada como un gas: ésa según la cual Rivera es un ambicioso fáustico que venderá su alma incluso a Podemos con tal de gobernar. El PP ha comprendido que muchos de sus votantes se han marchado a Ciudadanos buscando allí un PP limpio, emergente, sin óxidos ni corruptos, y los quiere recuperar inoculándoles el miedo a promocionar un gobierno de extrema izquierda. En nada le atribuirán a Rivera proyectos con las CUP. En el entorno de Ciudadanos celebran tener ya peso suficiente en los medios como para poder contrarrestrar estas intoxicaciones. Y añaden que, de quedar segundos, no es que no pretendan gobernar con pactos contranatura: es que no pedirán ni ministerios. Se irán a la oposición para crecer allí con los grandes debates parlamentarios, sin impaciencias y convencidos de que la legislatura próxima será corta.

En los corrillos también se habló de la «Operación Menina», otra adjudicación de intenciones en plena campaña: en este caso, la supuesta renuncia de Rajoy -¿que se instalaría definitivamente en casa de Bertín?- para dejar paso a Sáenz de Santamaría. La vicepresidenta está ofendida sobre todo por la denominación elegida para la operación: «Antes preferiría ponerme a recoger las colillas de Carmena que ser menina».

La mañana terminó con una demostración del principio de Arquímedes. Al irse Rajoy, fue tan numeroso su cortejo, y tan arrollador, que los asistentes tendían a ser desalojados como cuando un cuerpo sólido entra en una bañera llena. Y si éste no es el principio de Arquímedes, ya me disculparán, pero tampoco iba a levantarme a mirarlo.

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