Los científicos desconocen si el experimento tendría los mismos efectos en las personas
Los científicos desconocen si el experimento tendría los mismos efectos en las personas - Fotolia

Adelgazan sin dejar de comer tras perder el sentido del olfato

Ratones modificados para ser incapaces de oler pierden peso aún manteniendo una dieta rica en grasas

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Andrew Dillin, un profesor de biología molecular y celular de la Universidad de California en Berkeley, ha conseguido lo que muchos productos milagro prometen: adelgazar sin dejar de comer (¡y sin dejar de comer lo que más engorda!). Claro que lo ha probado en su laboratorio, y con ratones, pero el método empleado es realmente sorprendente: eliminar el sentido del olfato. De esta forma, roedores modificados para carecer de este sentido perdían peso con una dieta alta en grasas.

Los ratones comían tanto como sus compañeros con el olfato inalterado y, sin embargo, perdieron un promedio de alrededor del 16% de su peso corporal. Además, la pérdida de peso provino casi en su totalidad de la grasa. Al contrario, los ratones con un mayor sentido del olfato ganaron más peso que los que tenían habilidades olfativas típicas a pesar de mantener dietas similares.

«Es uno de los descubrimientos más interesantes que han salido de mi laboratorio», dice Dillin, cuyo estudio aparece publicado en la revista Cell Metabolism. «¿Qué está pasando con esas calorías?», se pregunta. Al principio, el equipo sospechó que los ratones sin olfato comían menos. Pero cuando midieron la ingesta de alimentos, confirmaron que los ratones comían tanto como el grupo de control. También descartaron las diferencias en la absorción de nutrientes y la excreción. «El aumento de peso no es una mera medida de las calorías consumidas. También se relaciona con cómo se perciben las calorías», apunta el investigador.

Los sentidos del olfato y el gusto se agudizan en previsión de una comida. Después de la alimentación, se reducen drásticamente. «Existe una relación conocida entre la ingesta de alimentos y el sentido del olfato», señala Dillin. Sin embargo, el cambio en el peso después de la pérdida del olfato era visiblemente perceptible. Por ejemplo, dos ratones alimentados con la misma dieta alta en grasas ambos se convertían en obesos. Después, el equipo eliminó el sentido del olfato en uno de ellos. La consecuencia fue que su peso se redujo en alrededor de un tercio, a 33 gramos. El otro ratón mantuvo su peso de 49 gramos. «Nunca esperé que eliminar el olfato tuviera efectos tan fuertes en la pérdida de peso», reconoce Dillin.

Debido a que el cambio de peso era tan sustancial, los investigadores crearon un segundo modelo de ratón que carecía del sentido del olfato. El primer modelo fue diseñado para perder sus neuronas sensoriales olfativas, las células que detectan los olores y transmiten la información al cerebro, cuando le administraban un medicamento determinado. Preocupado por que el proceso matara más neuronas que las olfativas, el equipo proporcionó un virus inhalado al segundo modelo de ratón, produciendo una pérdida similar de neuronas sensoriales olfativas con una menor probabilidad de afectar a otras células. Los resultados fueron esencialmente los mismos, con un poco menos de pérdida de peso.

Quemaban grasa marrón

Puesto que la mayor parte del peso perdido fue grasa, el equipo de Dillin se fijo en los cambios en los depósitos de grasa en los animales. Encontraron que la grasa marrón (la llamada «grasa buena») se quemaba de forma activa. Además, otra forma de la grasa, la blanca (la «mala»), se transformaba en grasa marrón y también desaparecía. Sorprendentemente, «los ratones sin el sentido del olfato habían encendido un programa para quemar grasa».

Los investigadores también encontraron altos niveles de adrenalina en la sangre de estos animales. Rastrearon esta señal de vuelta al sistema nervioso simpático, que en circunstancias normales gobierna la respuesta de lucha o huida, así como las respuestas a los extremos, como el frío. Bajo estas condiciones de estrés, el cuerpo se da energía a sí mismo mediante la activación de una liberación de catecolaminas, o adrenalina, «que se conoce activa este programa quemagrasa marrón», dice Dillin.

El equipo aún no ha determinado la relación entre las neuronas sensoriales olfativas y el sistema nervioso simpático, pero creen que la señalización fluye a través del hipotálamo. Si los seres humanos responden de manera similar a la pérdida del olfato todavía se desconoce. En otra investigación realizada por Jens Brüning, director del Instituto Max Planck para la Investigación del Metabolismo, los resultados fueron los mismos pero al revés: ratones modificados para tener un superolfato comían tanto como los demás pero aumentaban más de peso, predominantemente grasa corporal. Debido a que el programa de quema de grasa está desactivada por defecto, no está claro cómo un mayor sentido del olfato está ligado al aumento de peso.

Ver los comentarios