John F. Kennedy, uno de los líderes más carismáticos del siglo XX, a bordo de un yate en la costa de Maine
John F. Kennedy, uno de los líderes más carismáticos del siglo XX, a bordo de un yate en la costa de Maine - ABC

Se busca líder moderadamente carismático

Las personas con demasiado carisma son tan poco eficaces para una organización como los que no poseen ningún magnetismo

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Lo tenían Nelson Mandela, Ghandi y Kennedy. Y también acompaña a los presidentes de Francia y Canadá, Emmanuel Macron y Justin Trudeau. No es solo encanto personal. Emanan esa extraña energía, capaz de movilizar voluntades y acaparar la atención. Poseen carisma, ese «no sé qué» que busca cualquier organización política o empresarial en sus filas, más allá de su programa o su currículo.

Contar con un líder carismático parece el mejor trampolín para alcanzar el éxito, aunque también puede convertirse en el peor lastre. Un estudio de la Universidad de Gante advierte que el exceso de este bien intangible puede ser tan malo como su ausencia, indican los investigadores, que ven en los moderadamente carismáticos a los mejores candidatos para liderar organizaciones.

Para llegar a esta conclusión, tres grupos de evaluadores examinaron a más de ochocientos líderes de diferentes compañías. Se centraron en los rasgos de su personalidad, si eran más o menos interesantes, atrevidos o eran capaces de tomar decisiones imaginativas y en su nivel de ejecución. A medida que el carisma aumentaba, incrementaba la percepción de eficacia, pero solo lo hacía hasta cierto punto.

Menos eficacia

Cuando la puntuación de atractivo y magnetismo personal era muy alta, disminuía la percepción percibida de eficacia. Lo curioso es que no era la arrogancia o el egocentrismo, características también de los líderes, lo que les hacía perder puntos de eficiencia sino la ejecución de su labor. Los investigadores, que han publicado sus conclusiones en el último número de la revista de la Asociación Americana de Psicología, creen que su trabajo puede tener importantes implicaciones prácticas para la selección y capacitación de los futuros líderes.

¿Se nace o se hace?

Este estudio curioso no es el primero que profundiza en esta habilidad para inspirar o influir en los demás tan difícil de medir. El carisma lleva años intrigando a los científicos que intentan averiguar si los grandes hombres y mujeres de la Historia se han hecho o han nacido con esta virtud. Las explicaciones hasta la fecha han sido contradictorias. Algunos han demostrado que el carisma se puede aprender y entrenar. Pero las últimas investigaciones sobre cerebro y poder han encontrado rasgos innatos en los que participan hormonas, neurotransmisores y, cómo no, el aspecto físico. Estos componentes biologicos pueden suponer hasta un 35% de la materia prima de una persona que asciende en la pirámide del poder.

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