Ana Camelo como símbolo

Su papel siempre resultó más cuantitativo que cualitativo, más ligado a la apariencia que a la esencia de una gestión política que apenas ha ejercido. Sus decisiones son de las más llamativas de un nuevo Gobierno local que todos miraban con curiosidad, cuando no con ilusión y exotismo.

A la vuelta de dos años largos, más de la mitad del mandato, la concejal Ana Camelo será asociada con la eliminación del busto de una escritora y letrada considerada como una de las pioneras de la lucha por los derechos de la mujer. El hecho de considerarla supuestamente cercana al falangismo bastó para decidir. Luego llegaron los cursos de habilidades sociales para mujeres en riesgo de exclusión y víctimas de maltrato.

La teórica finalidad era la búsqueda de empleo pero una pequeña parte de los contenidos eran la «estimulación del clítoris o el ataque a la figura de los hombres».

Entre medias, queda una Fundación de la Mujer sin gerente ni dirección clara, justo cuando se ha instalado la certeza de que la violencia machista es una lacra social que merece más unanimidad que discrepancia. Por último, llegan las nociones sobre diversidad sexual en una ludoteca para niños de pocos años.

Todas esas actuaciones pueden ser consideradas anécdotas aisladas, fruto de una buena intención mal manejada, de una ideología mal entendida y peor dirigida que distrae tiempo, energía, debates y fondos públicos. Todas esas actuaciones, sumadas, suponen un pequeño retrato de la decepción que los ayuntamientos de Podemos han supuesto para muchos de los que los apoyaron o para muchos de los que esperaban con expectativas el cambio que suponían.

Finalmente, Camelo representa en Cádiz esa desilusión al ver que ese movimiento se empeña en tratar lo que no le compete ni puede cambiar mientras abandona el trabajo que le fue encomendado por todos sus vecinos.