LONDRES 2012
Rudisha señala el nuevo récord mundial tras su victoria an la final de los 800 metros./EFE
David Rudisha, un atleta de 23 años, y con permiso de Michael Phelps, se convirtió en una de las estrellas de los Juegos Olímpicos de Londres. ¿Su mérito? Batir el récord del mundo de los 800 metros con una exhibición sin precendentes. Fue una plusmarca, correr en 1:40.91, una décima por debajo de su anterior tope, sin liebres. Sin un tiempo de paso predeterminado. Sin ayuda. Con una medalla de oro en juego. Nada le importó a este portento de la tribu masai. Actuó como un 'front runner' de principio a fin. Del disparo al paso por la meta. Triunfal. Elevado a la leyenda.
En las pistas hace tiempo que circula una duda. ¿Será capaz Rudisha de bajar de los 100 segundos en el 800? ¿El keniano puede bajar de 1.40 en la doble vuelta a la pista? Es posible. Pero nadie creía que pudiera batir el récord del mundo, bajar por primera vez en la historia de 1.41, en una final olímpica. Rudisha, además, provocó un efecto arrastre antológico. El segundo y el tercero mejoraron también el récord olímpico. Nijel Amos, de Boswana, júnior aún, corrió en 1:41.73, igualando la marca que hizo Sebastian Coe cuando batió el récord del mundo de la distancia. El tercero, el keniano Timothy Kitum, hizo 1:42.53. Hubo tres récords nacionales. Todos por debajo de 1.44. El mejor 800 de la historia.
Rudisha regaló al mundo una carrera asombrosa. Sin mirar atrás. Directo a por el récord del mundo. Sus parciales (23.8 en el 200; 49.28 en el 400; y 1:14.30 en el 600) quedan como referencia para su previsible asalto a los 100 segundos. Aunque el público también sueña con un duelo con Usain Bolt en la distancia intermedia: los 400.
Este obsequio para los Juegos de Londres tiene otro 'culpable': Colm O'Connell. Un irlandés de Cork que viajó hace 36 años a Kenia para impartir su magisterio. El hermano O'Connell estableció en el Valle del Rift, el mayor vivero de fondistas del mundo, un campo de entrenamiento del que han salido numerosos atletas internacionales.
La primera vez que vio a Rudisha fue en 2004. Aquel adolescente de 14 años era un atleta perdido que pasaba desapercibido en carreras de 200 metros. Pero O'Connell vio algo en él. "Era alto y elegante corriendo". Un año después se lo encontró en Iten haciendo un decatlón. El hermano habló con Daniel, su padre, medallista olímpico en 4x400, y le invitó a su grupo. Pero se quita méritos. "Yo no pensé que era iba a ser un gran corredor de 800, pero le veía cualidades".
Y probó. Rudisha, con 15 años, fue a la pista de Iten a correr su primer 800. El chico masai dio la sorpresa y se proclamó campeón escolar después de correr en 1:49.6 en una pista de tierra y bacheada. "El resto ya es historia", apunta O'Connell. Aunque antes de los Juegos habló con el atleta y le recordó algo relevante. "Tienes dos de las cosas importantes del atletismo (el récord universal y el título de campeón del mundo), pero te falta una". Rudisha, uno de los pocos plusmarquistas que luego ha refrendado su supremacía con una medalla de oro olímpica, como el neozelandés Peter Snell en Tokio'64 (también ganó el 1.500), respondió con una exhibición sin precedentes. Bueno, en realidad sí hay una, la que ofreció el 'caballo' Alberto Juantorena, el cubano que también se proclamó campeón olímpico con un récord mundial.
