Gloria agridulce para Michael Phelps

No hay duda. Ya puede decirse sin miedo a la equivocación que Michael Phelps es el deportista olímpico más grande de la historia. No está en su mejor momento, por primera vez se le ve vulnerable y estos no serán sus Juegos, pero el tiburón de Baltimore, en las que quizá hayan sido sus dos penúltimas grandes dentelladas, pulverizó este martes, de un plumazo, uno de los récords del olimpismo que parecía imposible. Tras ser segundo en los 200 mariposa e imponerse en el relevo de 4x200, superó a la mítica gimnasta soviética Larisa Latynina, que ostentaba el mejor historial olímpico de la historia con 18 preseas.

Phelps llegó a Londres con 16 (14 de oro), el domingo se colgó la primera (una plata en el relevo corto de libres) y este martes completó su cosecha: un oro y una plata más, para completar un currículum de 19 medallas, la obra más genial de la historia de los Juegos Olímpicos. En cualquier caso, la alegría inmensa de entrar en el Olimpo de los dioses del deporte no fue completa. Y es que, contra todo pronóstico, Phelps no fue capaz de ganar en la que es su prueba fetiche, la distancia que nada y gana como nadie, los 200 mariposa. Le ocurrió lo que a Cavic hace cuatro años en Pekín. Se dejó llevar en la llegada, se confió, pensó que el oro ya era suyo y, mientras pensaba todo eso y muchas otras cosas más, llegó el sudafricano Le Clos y le arrebató un oro que ya era suyo.

Decepción con mayúsculas en la niña de sus ojos, los 200 mariposa, y la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero el genio supo rehacerse. Aunque en estos Juegos se encuentre eclipsado por la fulgurante irrupción de Agnel o por el poderío de Lochte, Phelps es el más grande. Y así lo demostró -media hora después de morder el polvo en los 200 mariposa- en el relevo largo, donde asumió toda la responsabilidad de nadar el último. La decisión tenía una gran carga emotiva, tras la humillación que Agnel le infligió a Lochte en la última posta del 4x100. Por ello, Phelps se atrevió a enfrentarse a Agnel para poner los puntos sobre las íes y para brindar al centro acuático de Londres un mano a mano entre el ayer, hoy y el mañana de la natación mundial. Al final no fue para tanto, porque los tres relevistas estadounidenses que precedieron a Phelps (Lochte, Conor y Berens), lo hicieron tan bien que dejaron la victoria en bandeja al nadador de Baltimore. Agnel partió con cuatro segundos de desventaja respecto a Phelps en la última posta y sólo pudo limarle uno. En esta ocasión, Francia se conformó con la plata.

Hace cuatro años, Phelps hizo añicos la que hasta entonces parecía la gesta más brutal de la historia del deporte, los siete oros de Spitz en Munich 72; este martes completó la gesta y por fin se podrá retirar como el más grande. Eso sí, aún le quedan los 100 mariposa y los relevos de estilos. Que nadie le retire antes de tiempo.

La que también lleva camino de convertirse en leyenda es la china Shiwen Ye. A pesar de sus 16 años y de que está envuelta en la polémica después de las acusaciones de dopaje por parte de la delegación norteamericana, ella va a lo suyo. Y lo suyo es ganar los estilos gracias a un final de carrera increíble. Como ya hizo en la distancia larga de la combinada, Ye acabó el crol, el cuarto estilo, como un tiro. No fue tan bestial como el día del 400, que hizo mejor parcial que Lochte, pero volvió a impresionar. Está llamada a escribir páginas de oro en la natación. Igual que Schmitt, que se impuso en los 200 libres femeninos, tras un gran segundo cien. Muffat fue segunda y Barrat, tercera. La sensación, Missy Franklin, se quedó sin medalla. Su sueño de siete de siete ya se ha esfumado.