Cádiz CF

Sublimes con interrupción

El que aspira a la excelencia no puede permitirse ni un segundo de distracción en su empeño superlativo de gloria

El Cádiz CF dio la talla en el Camp Nou, pero no pudo con el Barça. EFE
Pepe Reyes

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Como proclamara Baudelaire, «hay que ser sublime sin interrupción». El que aspira a la excelencia no puede permitirse ni un segundo de distracción en su empeño superlativo de gloria.

Bastan dos líneas carentes de grandeza y de inspiración para que el esplendor de un poeta se desmorone. Del mismo modo, bastan cinco minutos de despiste en un encuentro para que todo lo mucho y bueno que se haya desarrollado sobre el campo quede finalmente sin recompensa, sin honor, sin paraíso.

Ya ocurrió en Bilbao y volvió a suceder el pasado domingo frente al Barcelona , donde breves instantes de desconexión en las postrimerías del primer tiempo fueron suficientes para condenarnos a la derrota.

Salvo ese nefasto paréntesis, todo lo ocurrido en el Camp Nou debe catalogarse como una notable actuación de los amarillos, pues apenas pasaron apuros en defensa, controlaron en muchos momentos el juego y hasta generaron claras ocasiones de gol. Vuelve a quedar la satisfacción moral de la positiva imagen proyectada. Pero vuelve a prevalecer la frustración cierta de una nueva derrota. Que, al cabo, es lo único que perdura en el cómputo frío de la estadística y en la suma tangible de puntos.

En estas dos recientes salidas se ha jugado bien, entendido este concepto como fluidez en el manejo del balón, no atrincherarse atrás y asumir con serenidad y decisión evidentes riesgos en ataque, pero lo errores sentenciaron. Con lo que se colige que para optar por este tipo de fútbol ante rivales poderosos, tal vez sean prohibitivos los deslices groseros en forma de clamorosos desaciertos.

Plantear lides abiertas, con sucesivos intercambios de golpes, resulta muy vistoso para el espectador, pero casi siempre perjudicial para el conjunto de menor calidad o de menos puntería en el remate. Aunque, al menos, quedará el consuelo de que, puestos a perder, es mucho mejor hacerlo con la honra y el orgullo de un equipo que lo intentó a aqual que, timorato y acomplejado, casi ni salía del área y renunciaba a cualquier riesgo en la construcción. Ya nos queda menos para ser sublimes.

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