Susana Díaz llega ayer a la Universidad de Córdoba para asistir a la toma de posesión del rector. :: M. H / EFE
ESPAÑA

Susana Díaz cierra la puerta a liderar el PSOE y agudiza el desconcierto interno

La candidata más deseada por los barones dice que defenderá mejor el interés general desde Andalucía

MADRID. Actualizado: Guardar
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Susana Díaz dijo no y el tablero sobre el que un nutrido grupo de socialistas había comenzado a diseñar su estrategia se volcó. La negativa de la presidenta de la Junta de Andalucía a participar en la competición por el liderazgo del PSOE, anunciado a primera hora de la mañana de ayer y a tan sólo tres días para que arranque el proceso de elección del sustituto de Alfredo Pérez Rubalcaba, ha provocado más de un suspiro de alivio en su tierra, pero ha dejado desconcertados, e incluso desolados, a aquellos que habían trabajado con denuedo para facilitar su desembarco. Ahora, salvo sorpresa, la carrera parece reducirse a dos contrincantes, Eduardo Madina y Pedro Sánchez, sin perjuicio del hueco que eventualmente logre hacerse José Antonio Pérez Tapia, de Izquierda Socialista.

La convicción de que el movimiento tendría más contras que pros inclinó la balanza de la dirigente andaluza. Su explicación fue concisa: «Creo que como ayudo al PSOE en este momento en España es desde aquí, demostrando que hay otra forma de gobernar y manteniendo la la columna vertebral del partido», dijo en la cadena Ser. «Estamos en un momento en el que es muy importante dar prestigio a la política -añadió- y para eso hay que rendir cuentas y cumplir con la palabra dada, y eso es lo que estoy intentando».

Desde el mismo 26 de mayo, tras encajar otra derrota histórica para el PSOE en las elecciones europeas, cuando Rubalcaba anunció su intención de tirar la toalla y convocar un congreso extraordinario, muchas miradas se habían posado sobre la líder de los socialistas andaluces como el «gran referente» llamado a tomar las riendas de la formación. Pero tanto ella, como los secretarios provinciales de Andalucía, veían grandes riesgos a la operación por aquello de que se podía acabar desvistiendo un santo para vestir otro.

«Susana cose el partido», «significa un liderazgo fuerte», «tiene un discurso potente y reconocible», «puede devolvernos la ilusión», «conecta con los ciudadanos»... Esas eran las lisonjas con las que una decena de líderes territoriales -alentados por el exvicesecretario general José Blanco, el exvicepresidente andaluz, Gaspar Zarrías, y el secretario de relaciones institucionales del PSOE, Antonio Hernando- se lanzaron hace semana y media a apoyar públicamente a Díaz, uno detrás de otro y a lo largo de una misma tarde, frente a otros candidatos.

La presidenta de la Junta de Andalucía dijo desde el primer momento que su prioridad sería su tierra, pero se dejó querer a pesar de que los suyos siempre advirtieron que el sí solo era posible si se cumplían dos condiciones. Una, que su puesto al frente del Gobierno andaluz no se viera comprometido, y dos, que hubiera unanimidad en su nombramiento. Y ahí están las claves de su negativa final, porque ni lo uno ni lo otro parecían posible.

El triunfo de Eduardo Madina al forzar el voto directo de los militantes hacía imposible a los capitidisminuidos barones garantizarle un apoyo masivo en sus territorios. De nada sirvió la jugada, concertada por las federaciones más poderosas del partido, para que la dirección federal retirara el techo de avales máximo permitido a cada candidato, lo que en un plano hipotético podría haber conducido a un congreso de mayorías como el andaluz. Con el tremendo deterioro que sufren las redes del PSOE las posibilidades de sacar músculo desde el primer minuto de la contienda eran más que inciertas.

Confianza necesaria

Aun así, lo que de verdad ha pesado, según insisten en el principal partido de la oposición, es la sensación de que en Andalucía su salto, nueve meses después de haber ocupado el sillón que dejó vacante José Antonio Griñán y cuando aún no ha sido legitimada por las urnas, fuera mal entendido por los ciudadanos. Ella lo expresó de esta manera: «En un momento de desconfianza en la política, que te paren por la calle y te digan 'presidenta no te vayas, presidenta quédate, arregla esto y después ya arreglaremos el resto', es el mayor regalo que se puede tener en política».

No es un asunto menor porque de Andalucía llegan uno de cada cuatro votos para el PSOE en toda España y, aunque ahora pueda presumir de haber sacado diez puntos al PP en las europeas, lo cierto es que los socialistas también han perdido apoyo allí -trece puntos respecto a las europeas de 2009-. Desatender ese granero es hacer un flaco favor al conjunto de la formación y más temprano que tarde Díaz habría tenido que romper definitivamente los lazos con su tierra porque el PSOE se ha comprometido a celebrar primarias y la cultura socialista indica que el líder de la formación es también el cabeza de cartel.

Además, que nadie se engañe, Susana Díaz seguirá mandando y mucho en el partido.