UNA LUPA SOBRE LA HISTORIA

Trotula de Ruggiero

En el siglo X vivió la primera mujer que manejó conocimientos ginecológicos, que no fueran los transmitidos de madres a hijas; se convirtió en la pionera de la medicina moderna

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Salerno es una ciudad fundada por los romanos a unos cien kilómetros al sur de Nápoles, en donde, en los últimos años del siglo IX, se creó la Escuela Médica Salernitiana, considerada como la primera escuela médica medieval de occidente y la principal fuente de conocimiento médico. Ajena a cualquier credo, la escuela estaba abierta a todo aquel que lo deseara, así que tanto cristianos como judíos y musulmanes, tuvieron cabida en aquel centro que solo se ocupaba de transmitir el conocimiento.

Por el mar que baña sus playas, llegaron hasta Salerno los escritos del persa Avicena, del cordobés Averroes o del cartaginés Constantino el Africano que, con sus conocimientos de numerosas lenguas, tradujo al latín los principales tratados de medicina conocidos en la época. La mayor innovación que aquella escuela aportaba era su enfoque académico, dirigido a la práctica y la experiencia, pero si tuvo una característica especial, fue porque incorporó a las mujeres en el aprendizaje y en la enseñanza.

En la Escuela Médica Salernitiana, la mujer ocupó un lugar destacado en las ramas médicas de obstetricia y puericultura, las únicas que les estaban permitidas en las demás escuelas, pero allí, además, accedieron al resto de las especialidades médicas.

El destacar en esos dos campos ya expresados tenía una razón lógica, que en el caso de la ginecología lo propiciaba el enorme desconocimiento de los varones sobre la fisiología femenina y el escaso interés por aprenderlo; y en el de la puericultura, por la mayor proximidad entre la madre y los hijos que el de éstos con los padres.

Desde la perspectiva práctica, la obstetricia se realizaba casi exclusivamente por mujeres, las célebres comadronas, que ayudaban a las parturientas y cuyos pocos conocimientos eran transmitidos de madres a hijas con escasísimo rigor científico. Cosa similar ocurría con la puericultura.

La primera mujer que manejó conocimientos que fueran más allá de la mera tradición oral, tornándose en científicos, fue Trotula De Ruggiero, un personaje enigmático que vivió a finales del siglo X y principios del XI. Hasta que hace su aparición en la Escuela de Medicina, no existe sobre ella documentación alguna que nos aproxime a su lugar de nacimiento, familia, formación y otras circunstancias siempre interesantes de conocer.

Recibió primero enseñanza en la Escuela de Salerno y luego pasó a colaborar en la docencia, impartiendo clases sobre las materias de su especialidad.

Esta mujer se hizo rápidamente famosa por haber escrito un tratado en latín, bastante riguroso, sobre la menstruación, la concepción, el embarazo y el parto, así como el control de la natalidad y que, conocido como el 'Trotula Major', sirvió de base para los estudios de esa especialidad médica hasta el siglo XVI.

El texto consta de 63 capítulos en los que desgrana con precisión determinados aspectos relacionados con la ginecología y la sexualidad, usando un lenguaje propio y muy poético en el que, por ejemplo, habla de la menstruación como 'flores que anuncian la posibilidad del fruto'. No se sabe dónde adquirió el conocimiento que complementa con lo que posteriormente aprendió en las aulas de aquella escuela porque sus escritos parecen muy avanzados para su tiempo. Como cuando recomienda el uso de opiáceos para mitigar los dolores del parto o cuando afirma de forma rotunda que los impedimentos de algunas mujeres para concebir hijos no eran imputables exclusivamente a ellas y que el hombre también podría ser causante de la infertilidad de la pareja.

Otra obra de esta médico trata sobre cosmética y, sobre todo, del cuidado de la piel y la prevención de enfermedades dermatológicas, tan corrientes en aquella época en las que la falta de higiene propiciaban innumerables afecciones cutáneas, algunas de las cuales llegaban a ser fatales. Esta obra es conocida como 'Trotula Menor' y en ella, además de tratar las enfermedades desde el punto de vista clínico, da algunos consejos y formulas a la manera que hoy entendemos relacionada con la cosmética. Por ejemplo, habla de una crema para eliminar las arrugas o un lápiz labial, a base de miel, jugo de remolacha, calabaza y agua de rosas; una especie de dentífrico o colutorio bucal para mantener blanca la dentadura o cuáles deben ser los cuidados del cabello o la forma de teñirlos para lucir colores deslumbrantes.

Aunque ni aquella escuela, ni Trotula, se definieran como cristianas, aún el pensamiento bíblico impregnaba a la docente como cuando decía que a consecuencia del pecado original, la mujer era más propensa a contraer enfermedades y que esa era la razón por la que necesitaba una mayor asistencia médica.

Trotula se casó con un médico, Johannes Platearius, uno de los fundadores de la escuela y tuvo dos hijos que igualmente siguieron la vocación familiar. Parece ser que falleció alrededor de 1097.

No fue esta la única mujer que destacó en el elenco de Salerno, pues debieron ser años de enorme progreso en el pensamiento liberalizador de la mujer y lo cierto es que a sus aulas y no solamente como médicos de mujeres y niños, sino como cirujanos y especialistas en general, llegaron mujeres que han pasado a la historia entre las que se encuentra la conocida como Abella que escribió un tratado sobre la 'bilis negra' y otro sobre la calidad del semen humano; Mercuriade, que se ocupaba de la cirugía y escribió sobre los ungüentos; Rebecca Guarna o Francesca de Romaña, de la que se conserva el diploma de doctora en medicina, etc.

La fama de Trotula trascendió fronteras cuando en el siglo XII, el monje normando Orderico Vital, en su Historia Eclesiástica, relata un pasaje de un famoso médico y viajero de la época llamado Rodolfo Malacorona que llegó a Salerno atraído por la fama que estaba adquiriendo su Escuela de Medicina y allí conoció a una comadrona de la que dice que jamás había conocido a médico más experto que ella.

Pero luego comenzaron a circular algunos textos en los que se le atribuían prácticas supersticiosas y charlatanas, sin otro ánimo que desacreditar a aquella sabia mujer cuyos libros fueron traducidos a todos los idiomas importantes de la época y distribuidos a casi todas las escuelas de medicina. De la trascendencia que tuvo en aquella época la Escuela de Salerno y lo que supone para la innovación e investigación en el campo de la medicina, da buena muestra un hecho de suma importancia aún en nuestros días y que tuvo su génesis allí: se trata del análisis de la orina.

Se ha mencionado antes a Constantino el Africano que terminó profesando hábitos en el cercano convento de Monte Casino, pero que fue fundamental para la escuela. Éste tradujo una obra del siglo IX, escrita por el médico Jacob Ben Salomón, llamado 'El Israelí', en la que se habla del valor que en el diagnóstico tiene el examen de la orina. Un siglo después, el Gran Maestre de la Escuela, Mauro de Salerno, apoyado por el 'Liber de urinis' del Israelí, sistematizó lo que en ese momento se llamó 'uroscopia', en un libro que lleva por título 'Regula Urinarius', dando comienzo así a lo que sería el inicio formal del laboratorio clínico como apoyo a la medicina.

Hace un milenio y aún sigue siendo un método fundamental de diagnóstico, claro está que con una mayor precisión y eficacia, no en balde se ha de pensar que aquel examen de la orina era totalmente macroscópico, limitándose a observar algún pigmento, presencia de sangre, color, olores, sabores y otras circunstancias apreciables a simple vista, pero fundamentales para la diagnosis de muchas enfermedades. No es hasta siglos después, con la aparición del microscopio cuando se precisa mucho más en las técnicas de laboratorio, pero el inicio estuvo en aquella Escuela.

Luego, con el paso de los siglos, su relevancia fue disminuyendo, en parte por la proliferación de otros centros de enseñanza con más avance en conocimiento e instrumental y en parte por la persecución que algunos poderes públicos, sobre todo los eclesiásticos, tuvieron para con la enseñanza y el estudio de la medicina, hasta que en 1811, el general Murat, del ejército de Napoleón, clausuró la Escuela de Salerno cuando el emperador lo nombró rey de Nápoles.

Para entender un poco la valentía y el adelanto que supuso para su época hay que tener en consideración que la Iglesia prohibía expresamente diseccionar cadáveres en busca de las causas de su enfermedad y que los científicos y descubridores habían de vérselas con la Inquisición en cuanto sus descubrimientos se apartasen de la ortodoxia católica.